miércoles, 23 de mayo de 2012

Tras puertas abiertas.

El papel en blanco es una de esas cosas que me hacen ver el mundo de una manera nueva. El papel en blanco es la mejor motivación y también el mayor abismo que puedo encontrarme en un miércoles cualquiera.
Tengo muchas historias amenazando con no caber dentro de mí, y una de ellas no tendría sitio suficiente en un papel en blanco. Hay una noche y una fiesta, después de un concierto, y una chica que no encuentra en la sala un lugar seguro para poner la mirada. Hay mucha gente, conocida pero no cercana, hay un cambio que se nota en todos los rincones y cierto aroma a vacaciones, a nostalgia, a repetición de año tras año. También hay muchos regalos encima de una mesa, y uno es para la chica, aunque recibirá algo más que un regalo. No se espera ninguna de las dos cosas, y piensa irse a casa con el alma atada a los pies como unos grilletes de prisionero.
De nuevo, el cambio que está en los rincones. Una nueva mirada, azul, deja que el aire frío entre en la sala mientras abre la puerta. Al cabo de unos minutos esa mirada tampoco tiene un objetivo fijo. Las dos miradas errantes parten de sitios cercanos y sin embargo no se encuentran. Se produce ese silencio entre desconocidos, y esa comodidad entre aquellos que sin conocerse, se saben en la misma situación. Hay tarta, y bebidas, conversaciones sencillas y a la una de la madrugada solo quedan comentarios, y nada más. La chica no irá sola a casa, tendrá ayuda para sujetar ese peso que cree que lleva. Por lo demás, nadie ha visto nada. Nada parece haber sucedido.
Papel en blanco y tinta negra. Jueves, 23 Diciembre 2010. "Es raro acabar de conocer a alguien que ya conoces de hace tiempo. La gente, con el paso del tiempo, se convierte en otra gente. Puedes conocerles las veces que haga falta, si dejas el suficiente espacio"

La chica que se coló en la fiesta y el chico del concierto. Nada parecía suficiente al principio, cuando no había miradas. El tiempo se escapaba entre frases que decían muchas más cosas de lo aparente, y reflejaban el cambio que se anunciaba semanas atrás. El cambio que haría que dos desconocidos no lo fueran más, y que sus miradas tuvieran un sitio donde ir, y sus palabras no tuvieran nada que esconder.
Ninguna historia es así de sencilla, siempre hay un viaje, un misterio, un herido o un corazón roto. Esta no es una excepción, pero ya dije que no iba a caber en ningún sitio. Diré, si hace falta, que resultó complicado, había barreras y encierros, ojos cerrados y más temor que valentía. Pero también la fuerza y la esperanza suficientes, supongo. Por eso tengo algo que escribir, por incoherente que parezca.
De aquello ha pasado ya mucho tiempo, y muchas historias. Y cambios, que nunca vienen solos y tampoco vienen de dentro. A veces pienso que cada papel en blanco es como empezar desde el principio, que cada día puedes marcar la diferencia. Pero al final, solo hay una vida, con muchos tiempos en los que podemos ser. Existir por instantes, conocernos en cada fracción de tiempo.

Dejaría pasar millones de tiempos para volver a conocerte. Y pasarán infinitos de ellos hasta que piense que he terminado de hacerlo. Mi curiosidad nunca acabará, y tendré siempre algo que aprender de esa mirada azul. Con suerte.


Tengo miedo, insiste, llena de dulzura,
le digo que no tema, que mas miedo da estar solo,
pero hoy me siento vivo, hoy no lloro,
tan tranquilo arrastro mi mano hacia mi destino,
enciendo la luz, aquí acaba mi camino,
la sombra desaparece, perece entre los destellos,
tan bello es deslumbrarte y mirarte es un atropello,
sello este conjunto de versos, tus besos, en mi cuello,
tus manos, tu piel, tus topes, no puedo vivir sin ellos.