domingo, 25 de noviembre de 2012

Pleasantville está ardiendo.


Y dicen que las musas huyen de allí a pasos agigantados. Una ha pasado a mi lado tan rápido que la he oído derrapar. No, en serio. Se está acabando ese lugar en el que todos dicen que sí por agradar a ese otro que está diciendo que lo que quiere es una respuesta afirmativa, también por agradar. Se está acabando. Me lo quitan de las manos, señora.
En ese lugar, alguien ha tenido que establecer previamente esas normas estúpidas que mantienen a las mujeres encorsetadas cuando nadie quiere ver corsés. Alguien tuvo que inventarse todos los tipos de tenedores que existen, alguien dijo a qué hora es conveniente irse a dormir. Tuvo que hacerlo algún personaje cuya naturaleza no puedo imaginarme para que hayamos mantenido tanto tiempo una estado de las cosas que no nos gusta. Que nunca nos ha gustado.
Son los mejores los que pagan este orden establecido, porque son aquellos que más diligentemente cumplen con lo que se espera. De la manera más injusta.

Cuaderno de notas de Chèjov:"Festejaban el cumpleaños de un hombre modesto. Aprovechaban la ocasión para hacerse ver, para halagarse los unos a los otros. Y no fue sino al fin de la velada cuando cayeron en la cuenta: el héroe de la fiesta no había sido invitado, se habían olvidado de él."

Solo son notas, pequeñas e inconexas. Pero tienen todo lo que quieras ver tú dentro. Seguro que de alguna manera que no te imaginas, Anton Chèjov contó algún fragmento de tu historia a finales de 1800. Cada día podría leerme el cuaderno entero y fijarme en siete notas distintas a lo largo de una semana.
Esta es la de hoy, y puede que también la de un miércoles, hace un par de semanas. Y hoy, es precisamente eso, el héroe, el hombre modesto del que se olvidan mientras intentar hacer lo que se espera.
Lo terrible es que todos somos a veces los invitados, y a veces el cumpleañero solo sin saber que hay fiesta en su honor.

El mundo es una mierda, pero el mundo te pertenece. Y si el mundo es una mierda, escribo raps de papel higiénico.

So I keep on trying.

Probablemente nadie en este sitio lo sepa, pero hay una chica al fondo cuyo vestido esconde una pistola. La piel de su espalda es capaz de sentir el metal del arma, y cuando repara en ello, tiembla. Los volantes del traje acompañan el movimiento, y todo se confunde al compás de la música.

El hombre con traje marrón desvaído que sujeta su chaqueta lleva media hora buscando una excusa para marcharse. Ha visualizado a la chica del vestido, el verde de su ropa y sus ojos no podían pasar desapercibidos. Cree recordarla de algún otro sitio, aunque no le ha dado mayor importancia. A los demás invitados no les ha reconocido aún a juzgar por su soledad. No tiene intención de hacerlo. Su aspecto es el de quien está de paso pero no tiene prisa: con los hombros caídos, cambia el peso de una pierna a otra cada dos minutos al tiempo que echa un vistazo a la sala.

¿Qué mas habrá en ese lugar? Es un tipo de fiesta especial, eso seguro. No hay personajes como estos en una fiesta cualquiera.
En cualquier caso, ¿quiénes son? La chica del vestido seguro que se ha visto envuelta en algún lío tremendo sin ni siquiera buscarlo, pero aunque tiembla en el fondo es valiente y conseguirá que algún idiota se convierta en un héroe con su ayuda. O a lo mejor no. Puede que solo tiembla porque tiene intención de vengarse por fin de algún desalmado, y está impaciente y demasiado animada para contener su movimiento.
El hombre puede que esté de su parte, o quizá es un vigilante que está trabajando para el malo. Quizá ni siquiera hay malo.

Ni historia. Ni fiesta, ni universo... Ni nada. Nada por ahora.

 

martes, 6 de noviembre de 2012

La única forma de fracasar es intentarlo.

Y eso, puede meter tanto miedo que, desde la perspectiva de la elección racional, podemos hacer cuentas y sale más rentable no intentarlo.
Llevo meses muerta de miedo. Se esconde y aparece donde y cuando menos lo espero, y hace que pierda la cabeza. Tengo pánico, eso es lo que es. Porque el miedo es algo lógico y racional, uno teme aquello que puede pasar, pero que no le gustaría que pasase. Si temes es porque tienes algo que perder. El miedo es bueno, te mantiene alerta.
El pánico, sin embargo, es completamente ilógico e inútil. Sabemos que es irracional, y aun así tenemos pánico a animales pequeñitos e inofensivos, a mirar hacia abajo, al compromiso. Pero una araña no va a acabar con tu vida, porque mires al suelo desde un décimo piso no vas a caerte, y un acuerdo duradero no te ahogará. El pánico no te mantiene alerta, te hace perder las riendas.

Yo tengo pánico, sí, pero no a esa consecuencia lógica de intentarlo que es fracasar. Al fracaso se le teme, es perfectamente racional. Yo tiemblo ante la perspectiva del intento. Del éxito. Temo intentarlo, porque siento que sea como sea el resultado, no sentiré que realmente lo he intentado. Lo habré dejado a medias, me habré convertido en un intento tan chiquitito que no merece la pena hacerlo fracasar. Sencillamente pasará inadvertido, sin pena ni gloria, sin que nadie lo vea venir. Eso es para mí mucho más terrorífico que un fracaso.


La cuestión es que existe una tercera variable, y es que tampoco puede uno ganar si no apuesta.
Así que es simple, cojo y me digo oye, pregúntate qué puedes hacer con el resto de tu tiempo. Cómo vas a llevar el resto de tu vida. Puedes quedarte paralizada mientras el pánico se come tus muchoncitos de muchedad, o seguir intentándolo como venías haciendo antes de llegar a la capital, y fracasando una y otra a vez, con algún éxito que se cuela a aquella que va la vencida. Piénsalo bien si eliges no intentarlo, no actuar. No vivir.
Ahora sí que sí, vuelve a plantearte cuál es la decisión racional.

No se ha encontrado todavía un enemigo peor que el que eres tú, para ti. (En cualquier caso, tiempo al tiempo. El gobierno se lo está currando para quitarte el puesto...)

I rather feel pain than nothing at all.

miércoles, 29 de agosto de 2012

So random

Quiero ser un mes de Octubre para García Márquez y la actriz ingenua que fue Sibyl para Dorian Gray. Quiero ser un azulejo del más vivo de los colores en cualquier edificio de Gaudí, y el punto más alto del Tibidabo, para el que no esconde ningún secreto Barcelona.
Podría conformarme con pasar un momento sostenida en el aire muerto de la peor noche de verano, flotando, siendo el silencio que desespere al poeta, el que haga creer al músico.
Quiero, que si no es hoy, mañana, algo me convierta en musa o inspiración, y también en artista. la magia, la quietud, la belleza, las palabras. Quiero ser, y no tener, ni seguir queriendo ser. Solo convertirme en el poder del Octubre y las luces, y ahora mismo, también el poder de las palabras de la Malahora.

miércoles, 1 de agosto de 2012

Noches en vela

Contando todas las veces que le han estallado las palabras en los dientes antes de poder rozar sus labios ya van un par de millares. O quizá alguno más. Cuando el tiempo se para, y dejan de escucharse balones rebotando contra el suelo, zapatillas, perros y niños, cuando paran hasta los coches, y los aviones parece que pasan de puntillas para no molestar, es entonces cuando todas esas palabras se acumulan en su cabeza, pinchándole como alfileres en la lengua. Y a veces, en la mirada.
El montón de ideas que repasa mientras se escapan frente a su ventana las horas de sueño incluye una colección digna de ser expuesta y enmarcada. Ocupa los últimos puestos el momento en el que el mayor imbécil del mundo preguntó "¿Soy imbécil?" y ella se quedó en silencio, en busca de un insulto mayor que corrigiera la pregunta o una forma de evitar que el mayor imbécil del mundo le llorara encima. Tiene en edición coleccionista las palabras "te echo de menos". Si le estallan en la boca una vez más conseguirá una cuenta premium. O una blackberry. En los primeros puestos está una conversación de madrugada parecida a la que mantengo yo hace horas con el techo en la que dijo "prefiero saber la razón de lo que dices antes que su significado" y de esas se hundió aun más en estallidos de palabras que nunca sonaron. Una vez le dedicaron un te quiero que llevaba meses esperando y solo supo preguntar por qué. Y perdió el te quiero, y la respuesta. Tardó en aprenderlo, pero lo tiene apuntado para que no se le vuelva a olvidar, que los te quieros no tienen porqués. Los muy miserables.

La luna creciente, el mundo menguante, y lo único que queda para dar de comer a la luna son los insomnes pinchados en alfileres. Y miradas que el techo no sabe apreciar. Son todas las noches en vela encargadas de echar la vista atrás o es porque hoy hay luna llena? A lo mejor soy yo, que me falta medio litro de sangre y no razono como es debido.

Vamos a dejarlo.



Not to say "I'm right", not to say "today", and no to say a thing tonight. We're leaving things unsaid, we sing ourselves to sleep, watching the day lie down instead.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Tras puertas abiertas.

El papel en blanco es una de esas cosas que me hacen ver el mundo de una manera nueva. El papel en blanco es la mejor motivación y también el mayor abismo que puedo encontrarme en un miércoles cualquiera.
Tengo muchas historias amenazando con no caber dentro de mí, y una de ellas no tendría sitio suficiente en un papel en blanco. Hay una noche y una fiesta, después de un concierto, y una chica que no encuentra en la sala un lugar seguro para poner la mirada. Hay mucha gente, conocida pero no cercana, hay un cambio que se nota en todos los rincones y cierto aroma a vacaciones, a nostalgia, a repetición de año tras año. También hay muchos regalos encima de una mesa, y uno es para la chica, aunque recibirá algo más que un regalo. No se espera ninguna de las dos cosas, y piensa irse a casa con el alma atada a los pies como unos grilletes de prisionero.
De nuevo, el cambio que está en los rincones. Una nueva mirada, azul, deja que el aire frío entre en la sala mientras abre la puerta. Al cabo de unos minutos esa mirada tampoco tiene un objetivo fijo. Las dos miradas errantes parten de sitios cercanos y sin embargo no se encuentran. Se produce ese silencio entre desconocidos, y esa comodidad entre aquellos que sin conocerse, se saben en la misma situación. Hay tarta, y bebidas, conversaciones sencillas y a la una de la madrugada solo quedan comentarios, y nada más. La chica no irá sola a casa, tendrá ayuda para sujetar ese peso que cree que lleva. Por lo demás, nadie ha visto nada. Nada parece haber sucedido.
Papel en blanco y tinta negra. Jueves, 23 Diciembre 2010. "Es raro acabar de conocer a alguien que ya conoces de hace tiempo. La gente, con el paso del tiempo, se convierte en otra gente. Puedes conocerles las veces que haga falta, si dejas el suficiente espacio"

La chica que se coló en la fiesta y el chico del concierto. Nada parecía suficiente al principio, cuando no había miradas. El tiempo se escapaba entre frases que decían muchas más cosas de lo aparente, y reflejaban el cambio que se anunciaba semanas atrás. El cambio que haría que dos desconocidos no lo fueran más, y que sus miradas tuvieran un sitio donde ir, y sus palabras no tuvieran nada que esconder.
Ninguna historia es así de sencilla, siempre hay un viaje, un misterio, un herido o un corazón roto. Esta no es una excepción, pero ya dije que no iba a caber en ningún sitio. Diré, si hace falta, que resultó complicado, había barreras y encierros, ojos cerrados y más temor que valentía. Pero también la fuerza y la esperanza suficientes, supongo. Por eso tengo algo que escribir, por incoherente que parezca.
De aquello ha pasado ya mucho tiempo, y muchas historias. Y cambios, que nunca vienen solos y tampoco vienen de dentro. A veces pienso que cada papel en blanco es como empezar desde el principio, que cada día puedes marcar la diferencia. Pero al final, solo hay una vida, con muchos tiempos en los que podemos ser. Existir por instantes, conocernos en cada fracción de tiempo.

Dejaría pasar millones de tiempos para volver a conocerte. Y pasarán infinitos de ellos hasta que piense que he terminado de hacerlo. Mi curiosidad nunca acabará, y tendré siempre algo que aprender de esa mirada azul. Con suerte.


Tengo miedo, insiste, llena de dulzura,
le digo que no tema, que mas miedo da estar solo,
pero hoy me siento vivo, hoy no lloro,
tan tranquilo arrastro mi mano hacia mi destino,
enciendo la luz, aquí acaba mi camino,
la sombra desaparece, perece entre los destellos,
tan bello es deslumbrarte y mirarte es un atropello,
sello este conjunto de versos, tus besos, en mi cuello,
tus manos, tu piel, tus topes, no puedo vivir sin ellos.

miércoles, 1 de febrero de 2012

El valor de los héroes en el papel.

¿Y tú? Había preguntado él entonces. Dime cómo resuelves el problema. Olvido estuvo quieta un poco más, sin responder, y al cabo apartó la vista del cuadro, mirándolo a él de soslayo. No tengo ningún problema, dijo al fin. Soy una chica acomodada sin responsabilidades ni complejos. Ya no poso para modistos ni portadas ni anuncios, ni fotografío interiores de lujo destinados a revistas para señoras pijas casadas con millonarios.
Soy una simple turista del desastre, feliz de serlo, con una cámara que le sirve como pretexto para sentirse viva, como en aquellos tiempos en que cada ser humano tenía la sombra pegada a los pies. Me habría gustado escribir una novela o hacer una película sobre los amigos muertos de un templario, sobre un samurái enamorado, sobre un conde ruso que bebía como un cosaco y jugaba como un criminal en Montecarlo antes de ser portero en Le Grand Véfour; pero carezco de talento para eso. Así que miro. Hago fotos. Y tú eres mi pasaporte, de momento. La mano que me lleva a través de paisajes como el de ese cuadro.

lunes, 9 de enero de 2012

Un café con sal.

La vecina al otro lado del patio pasaba la tarde entera sentada frente a la ventana con una taza de café. Yo siempre dudé de que al final del día vaciara la taza. En mi mente, acumulaba el café que preparaba cada día en grandes bidones, o quizá se lo daba a su gato.
Tenía la habitación repleta de flores, pero ni una en el resto de la casa. No había usado más muebles que los de la cocina y la silla en la que se sentaba en los últimos cinco años. Algunos sábados, pasaba un trapo por encima de las figurillas que tenía en las estanterías, decenas de arlequines que parecían haber perdido todo el valor que un día tuvieron. A veces se quedaba dormida mientras miraba por la ventana, y la taza de café se le resbalaba entre los dedos. Entonces, la anciana lloraba mientras recogía los pedazos y se preparaba una nuevo café, limpiando el polvo de alguna taza olvidada en algún rincón de su cocina. Salía de casa un par de veces al mes de día, para comprar café, nuevas flores y algo de comida, y de noche pisaba la acera apenas unos minutos, imagino que para tirar los filtros de café que acumulaba.
Nunca comprendimos qué había podido pasar en la vida de aquella mujer, y nunca hicimos nada por remediarlo. Solo, de vez en cuando, la mirábamos. Cuando nevaba y todas las miradas que salían de las ventanas en el barrio se dirigían al paisaje teñido de blanco, y ella seguía inmutable, había más ojos que los nuestros observando a la triste mujer. Nos preguntábamos qué esperaba encontrar mirando al horizonte desde su casa, y en ocasiones cruzábamos con ella alguna sonrisa inútil, que se estrellaba contra el suelo como todas las que se puedan ofrecer en un velatorio. Ella apenas nos veía, no existía nada más allá de su horizonte particular.

Hace años que no se asoma a la ventana, y solo yo me he dado cuenta. Un día un hombre llevó rosas y las dejó en la taza de café. Abrió ventanas y encendió luces. El gato y la mujer hicieron sitio entre el polvo para el nuevo invitado, y ahora, ninguno de los tres tiene tiempo que perder mirando el mundo pasar delante de un cristal.
Supongo que siempre es mejor tarde que nunca, y al fin apareció lo que ella estaba esperando. Sonrío al verles a través de mi ventana, a veces jugando a las cartas, inventando nuevas recetas o afinando la guitarra que el hombre trajo con aquellas rosas. Entonces, desvío la mirada hacia otro lado, buscando no sé el qué, con una taza de café en la mano.
Cuando vuelvo a mirar, ella me está contemplando, y esboza la más triste de las sonrisas.