La vida del ciudadano medio. Ese personaje que no protagonizaría ni una novela porque nadie quiere leer acerca de esa misma vida simple que ya puede contemplar en primera persona.
Cada día se despierta con un plan, una lista de objetivos que pretende conseguir para ser feliz. De hecho es ese el verdadero objetivo, pero parece más sencillo alcanzarlo en pequeños pasos. Es como si hubiera hipotecado sus sueños en construcción y cada día pagara una letra.
Cuando quiera darse cuenta de la trampa se le habrá escapado la juventud y por delante no verá sueños, pero por detrás el horizonte lo taparán sus días perdidos, empeñados para conseguir nada.
¿Cómo pasa uno a dejar de sumar cifras a la cantidad de ciudadanos medios, cómo se puede vivir sin intentar ser feliz? Vivir, sin más, ya debe ser bastante recompensa.
A veces creo que solo somos ese conjunto de cosas que queremos ser.