El montón de ideas que repasa mientras se
escapan frente a su ventana las horas de sueño incluye una colección digna de
ser expuesta y enmarcada. Ocupa los últimos puestos el momento en el que el
mayor imbécil del mundo preguntó "¿Soy imbécil?" y ella se quedó en
silencio, en busca de un insulto mayor que corrigiera la pregunta o una forma
de evitar que el mayor imbécil del mundo le llorara encima. Tiene en edición
coleccionista las palabras "te echo de menos". Si le estallan en la
boca una vez más conseguirá una cuenta premium. O una blackberry. En los
primeros puestos está una conversación de madrugada parecida a la que mantengo
yo hace horas con el techo en la que dijo "prefiero saber la razón de lo
que dices antes que su significado" y de esas se hundió aun más en estallidos
de palabras que nunca sonaron. Una vez le dedicaron un te quiero que llevaba
meses esperando y solo supo preguntar por qué. Y perdió el te quiero, y la
respuesta. Tardó en aprenderlo, pero lo tiene apuntado para que no se le vuelva
a olvidar, que los te quieros no tienen porqués. Los muy miserables.
La luna creciente, el mundo menguante, y lo único que queda
para dar de comer a la luna son los insomnes pinchados en alfileres. Y miradas que el techo no sabe apreciar. Son todas
las noches en vela encargadas de echar la vista atrás o es porque hoy hay luna
llena? A lo mejor soy yo, que me falta medio litro de sangre y no razono como
es debido.
Vamos a dejarlo.
Not to say
"I'm right", not to say "today", and no to say a thing
tonight. We're leaving things unsaid, we sing ourselves to sleep, watching the day lie down instead.
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