martes, 24 de mayo de 2011

Unaccompained minor

Hay palabras que pueden llenarte tanto la boca que casi parece que estallan. Una de mis favoritas, que solo se oye en mi cabeza para evitar explosiones innecesarias es "dejadme en paz". Incluso es mejor en inglés: leave me alone. Se escucha despacito, y suena convincente. Claro que en mi cabeza no le queda otra, no hay nadie más que yo,así que realmente me están dejando en paz, a mí sola.
Es una sensación gigantesca. Brillante. Siempre que no tengas batalla contigo mismo... Es tranquilidad de una forma extraña. No quiero que venga el mundo y me saque de mí. Yo puedo estar bien, pero hay días que lo malo de uno son los demás.


Here in these deep city lights, girl could get lost... tonight.

lunes, 23 de mayo de 2011

Other lives.

Cuando decimos que la gente no cambia, volvemos locos a los científicos y estudiosos (puede que podamos excluir a Parménides (mierda, sé eso!)) porque el cambio es lo único que de verdad permanece. La vida cambia, las cosas pasan, los amigos vienen y se van, los sueños desaparecen, se cumplen o se olvidan, el tiempo corre. Es lo que hace todo esto interesante, y sin embargo, nos empeñamos en buscar eso que sigue igual (no hablo por nadie que no se de por aludido, que conste) eso que parece continuar ignorando el tiempo. Y si lo encontramos, sea lo que sea, parece un pequeño cachito de héroe que es capaz de todo, o al menos, un cachito que parece lindo.
Pero el cambio puede ser mejor, el cambio son oportunidades, es abrir todas tus ventanas y empezar, hacer desaparecer el tiempo que ya ha pasado y ver el que viene. Odio ponerme filosófica pero creo que es la primera vez que me gustan los cambios, veo millones de cosas dentro. Juntas, y arremolinadas pueden parecen un agujero negro, pero estoy segura de que no lo son. Si lo parece es solo porque son demasiadas, quizá el riesgo esté en que ante el cambio hay que escoger, y cuando escoges algo estás dejando de lado otra cosa. Pero no deja de ser emocionante.
Y cuando no lo es... el tiempo, que es al fin y al cabo el que nos tiene que vender la moto, acabará convenciéndonos de que en los cambios está la clave. Aunque parece ilógico esperar al tiempo, al menos esperas con la certeza de que llegará. Cambiará, y no se nos puede dar tan mal.

Una de la madrugada, tras ocho horas estudiando. Podría haber vaticinado el fin del mundo... en vez de eso, creo me he portado.

sábado, 21 de mayo de 2011

Es el momento.

De que os sentéis a esperar algo de mí. Solo algo. Porque también es el momento de que vea que mi límite no queda tan arriba como imaginaba, aunque parece que aún tiene cierta altura.
Sentaos, esperad. Yo no tengo tiempo para ayudar pero creo que os será fácil encontrar una silla.


miércoles, 11 de mayo de 2011

Standing ovation

El joven Friedrich Hölderlin vivía en una familia protestante adinerada, en un pequeño pueblo alemán. Su padre murió al poco de nacer él, y su madre se casó de nuevo. Su padrastro también murió, y de sus seis hermanos solo sobrevivieron dos. Mientras estudiaba en un seminario de teología se hizo amigo de Hegel y Schelling (los filósofos, ahá) Hay quien dice que ellos fueron los que aprendieron de Hölderlin, ahí donde se le veía. Pero él no era filósofo, admiraba la belleza, tradujo al alemán algunas tragedias griegas, y escribió poesía. Cuando terminó de estudiar se dedicó a educar a hijos de nobles y ricos, hasta que Schiller publicó un fragmento de una novela que él estaba escribiendo. El Hiperión, una novela del siglo diecinueva a la altura de los griegos, pero como todo buen escritor, Friedrich no tenía dinero. Trabajó para un comerciante que le proporcionaba un lugar en su casa, y Hölderlin se enamoró de su mujer. Para desgracia de ambos, Susette, la mujer del comerciante se enamoró también del escritor. Hölderlin creó para ella una tragedia, en la que Susette era Diotima, y su amor no era mucho más posible que en la realidad. La suerte de la pareja se hundió cuando el marido de Susette echó a Hölderlin de su casa, tras una dura discusión en la que él no tenía defensa. Tuvo que marcharse, sin dinero, trabajo ni hogar, pero no se fue muy lejos y una vez al mes seguía buscando a su Diotima.
Un día, un amigo le convenció y Hölderlin se marchó a Burdeos, a probar suerte, pero el recuerdo de Susette y su mala fortuna pudieron con él, y decidió volver a casa. Seguía sin tener nada, así que volvió a Frankfurt caminando. Caminando, vía París. Caminando, hasta Frankfurt.
Cuando llegó a casa había perdido el juicio, pronunciaba palabras sin orden, nombraba personajes de sus obras y no reconocía a los que estaban a su alrededor. Tenía largas conversaciones consigo mismo y se movía de forma extraña. Su vida fue una extraña sucesión de manicomios intercalados con la vida con su madre, hasta que un carpintero que conocía su obra, y estaba admirado se ofreció para cuidarle. Zimmer, el carpintero, fue la pieza que mantuvo la vida de Hölderlin durante 36 años con cierto orden. Hölderlin, el amigo de Zimmer, el brillante escritor que se había equivocado de época.
Una admiradora de su obra, antigua conocida de Hölderlin, le regaló un piano, a sabiendas de que en su juventud era un gran músico. El escritor abrió el piano y cortó algunas de las cuerdas, con precisión y cuidado. Momentos después tomó sus partituras y las cambió, resturó más de quince obras en un tiempo récord, y se puso a tocar. En ningún momento tocó una tecla que no sonara, y las piezas eran maravillosas. Zimmer las describió como intensas, y de repente completas y cuerdas, hasta que de nuevo eran una sucesión de sentimientos, que en ningún momento estaban desafinados o sonaban estruendosos.
Aquí la mayoría de gente piensa "jodido Hölderlin" Yo ya me estaba enamorando. Pero además, nunca dejó de escribir, y los poemas que consiguió son, incomprensiblemente, un ejemplo perfecto de cordura.
El 21 de abril de 1841, un poeta que admiró siempre a Hölderlin, y le visitó cada día, Christoph Schwab, escribió en su diario: "Hoy de nuevo estuve con él para recoger algunos poemas que había hecho. Eran dos y estaban sin firma. La hija de Zimmer me dijo que debía rogarle que pusiera su firma. Entré y lo hice: entonces se enfureció y anduvo de acá para allá por la habitación, cogió la silla y tan pronto la ponía aquí como allí con violencia, gritaba palabras incomprensibles, entre las que solo pronunciaba con claridad "me llamo Scardanelli". Por fin, se sentó y en su exasperación escribió el nombre de Scardanelli."

Este es uno de los Poemas de la locura, que se publicaron tras la muerte de Hölderlin, El espíritu del tiempo:

La vida es la tarea del hombre en este mundo,
Y así como los años pasan, así como los tiempos hacia lo más alto avanzan,
Así el cambio existe, así
En el paso de los años se alcanza la permanencia;
La perfección se logra en esta vida
Acomodándose a ella la noble ambición de los hombres.
24 de mayo de 1748
Humildemente, Scardanelli.

I.G. Fischer afirma que visitando a Hölderlin en abril de 1843 le pidió al poeta que le escribiera unos versos. Hölderlin preguntó por el tema: "lo que Vuestra Santidad desee... ¿He de escribir sobre Grecia, sobre la Primavera, o sobre el Espíritu del Tiempo?" Fischer le sugirió lo último, y Hölderlin se sentó y tomó la pluma.

Las mentes brillantes no desaparecen. Se esconden, y aprenden de otra manera. Son brillantes. Y no creo que existan los locos, aunque quizá la realidad pueda ser distinta para ciertos... seres brillantes.