¿Sabes qué? Te voy a dedicar unas palabras, quiero conseguir que comprendas algo.
Seguro que tienes una pasión secreta, una de esas cosas a las que dedicarías toda tu vida si pudieras, o que piensas dejar algo de lado hasta que tengas tiempo, en lo que imaginas pasar los veranos antes de que lleguen. No es cosa tuya, todos tenemos una, lo que somos cuando nadie nos mira y nadie nos juzga. No a todos nos golpea una de esas muy fuerte, a veces solo nos acaricia, como si fuera aire, y ni siquiera nos damos cuenta de que pasó de verdad.
Pues bien, en estas frases y párrafos para ti te contaré quién soy en esa parte del tiempo en la que sí me miran, pero cuando aquellos que juzgan son desconocidos. En los momentos en que todos nos convertimos en uno más de esos hombres trajeados con maletas y corbatas. Te contaré quién soy entonces, porque ahora puedo verme de lejos, ahora no estoy siendo esa. Esa grita desde el sótano como puede, con las manos atadas al suelo.
Camino hacia el metro con la radio en los cascos, abro la puerta de un empujón y bajo las escaleras mecánicas parada mientras giro la mochila hacia mi pecho para sacar el abono, lo sujeto con los dientes, cierro la cremallera y comienzo a bajar los últimos escalones al tiempo que me coloco la mochila. Ni siquiera lo pienso, lo he hecho tantas veces que cuando llego a los tornos en ocasiones ni siquiera sé cómo he llegado hasta allí. Y así continúa mi trayecto, apago la radio que ya solo emite un sonido de interferencias y pongo música. La misma música que hace un año, desde que no tengo ordenador. El mismo camino. No pienso, no miro, solo bajo escaleras, subo en un vagón, espero, subo escaleras, otro vagón, escaleras, vagón... y camino recto hasta que recupero la conciencia porque tengo que tomar alguna decisión.
A veces, sin embargo, me agota esa existencia y reseteo. Me paso a ser otra persona, la que teclea ahora estas palabras. Cojo un libro. Va en la mochila y cambia el sitio de mi abono, el orden de las canciones, mi viaje. Mi día, mi semana, y si tengo suerte cambia mi vida. Cuando camino en la estación sigue siendo por una orden automática para mis piernas pero mi cabeza no está ahí dejándose llevar, está en otro lugar, en algún otro tiempo, siendo cualquier otra cosa. Y entonces siento que cada uno de esos autómatas que comparten tantas horas en vagones deshumanizados son algo más, podrían ser algo más. Podría algún día yo, pequeña y cobarde, darles la oportunidad de ser palabras. Darles quizá una vida inventada como la que me dan a mi John Fante, Fitzgerald, Baroja o cualquier mago de aquellos. Y pienso que quizá sí, y quizá la vida pueda ser algo más, porque por obvio que parezca, no siempre se ve tan claro. En demasiadas ocasiones el martes continuo en que se convierte el invierno de Madrid me hace olvidar que hay pasión dentro de mi, que hay algo por lo que vivir de verdad. Por lo que ser con todas tus fuerzas, algo muy lejos de las caras grises del día a día en el transporte público, las habitaciones de invitados, la teoría política, y el frío.
Juraría que era Daisy quien, en el Gran Gatsby le decía a su primo "No te angusties, la vida vuelve a empezar con el otoño" y yo pensé que Daisy no sabía nada. Me la imaginé con voz peculiar diciendo esas palabras como si realmente su vida comenzara y la odié por la envidia durante muchas páginas. Porque para mí, era entonces cuando la vida se apagaba. Cuando la gente se acumula de vuelta al mundo de las personas que no son, llenando su existencia de caminos que no quieren hacer, comidas que no desean tener y horas muertas (nunca mejor dicho) vacías de ganas. Gente que vive para trabajar, y esto último lo hace para vivir apenas unas semanas al año. Lo de ser adulto fue la mayor estafa que les pudieron vender y se han convertido en esa persona más, en una conversación simple de objetivos siempre similares.
Pero no quiero dedicarte un pensamiento tan negativo cuando tanta vida se encuentra alrededor. Sé que todas las personas han tenido momentos de verdadera pasión, y quizá han perdido la valentía y el compromiso de vivir por ellos. Pero tú no eres así. Tú serás una de esas personas que caminan por ahí como si cayeran de otro planeta, disfrutando de cada detalle, renanciendo con el otoño. Con las ventanas abiertas y tus sueños bien atrapados, pavimentando tus martes. Y yo, lector desinteresado, ingresaré también en ese grupo. Envidiaros es un trabajo agotador y he decidido liderar la fila. Yo me he dado cuenta a tiempo de que dentro de diez años no quedará nada de mi paseo hacia el metro, no importará lo bien que lo hiciera.
Y aquí llega por fin lo que debes entender. Lo que hace que me siente y teclee como si respirase. Solo importará lo que vi y pensé, no lo que hice sin razonar ni sentir. Importará lo que leí, y lo que escribí, porque será aquello que de verdad viví.
1 comentario:
A-mazing
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