A los quince años te dicen que lo que tienes delante es tiempo. Sin esfuerzo, él dejará en donde tengas que estar, formará tu tú. A los 21 no hay tú que valga, o al menos yo no tengo un yo. Lo que realmente sucedería esta noche es que me cruzaría con una nebulosa casi transparente, una masa cambiante e indecisa que no solo no querría conocer sino que realmente no podría. Porque no es.
Si todo lo que sé que mi yo quiere hacer para ser está en este universo, es difícil entender por qué no está formando ya parte de esa masa que ni siquiera me va a decir hola.
Si está ahí, qué pasa con el tiempo que pierdo sin saber si existo. Por qué salgo sin querer hacerlo, por qué ocupo este espacio y no otro, por qué no estoy creando ni tampoco mirando.
Todo lo que soy es un montón rancio de "si pudiera" y no hay nada de lo que quiero haciéndose realidad. No he elegido mi lugar, mi ocupación, ni mi compañía. Echo en falta en esta cantidad de medios y de gente que como yo no duerme y necesita de algún modo compartir y expresar sus pensamientos para que tengan orden, alguna persona que explique con más claridad qué se hace, y qué se siente, en los años perdidos. Esos en los que el tiempo ya debería haberte convertido en algo, pero aun tienes que esperarlo para que termine su función. Y sobre todo, qué hacer para que la lleve a cabo de una vez por todas.
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