jueves, 14 de agosto de 2014

Pressure

Te atravieso con la mirada, desde los pies a la cabeza. Cuando antes podía mirarte tratando de que tu presencia aquí encontrara la luz del cuarto.
Te mido, peso y juzgo. Y te encuentro culpable. Antes podía preguntarte, con sincero interés. Ahora te interrogo, encontrando en tus palabras la confirmación oculta de mis ideas preconcebidas.
Te culpo entonces por cada uno de tus pasos errados. Hace no mucho podía mostrar empatía, comprender el tamaño de las piedras en el camino, buscarte unos zapatos nuevos. Ahora solo oigo tus excusas, tus explicaciones banales que culpan de la caída a cualquier otro que pasara por allí, cuando sé que ni el camino más limpio ni las mejores zapatillas habrían evitado que te lanzaras al vacío.
Te di la oportunidad de ser quien aparta las piedras y escoge su calzado. Pero desde que no puedo vigilar tus pasos, el camino que vas trazando no es el correcto. Te equivocas, no existes de acuerdo a lo esperado. Después de tanto esfuerzo, solo a ti se te ocurre no encajar en el molde que se fabricó. Imagino que esperabas que se formara teniendo en cuenta tus medidas, para no esforzarte en cambiarlas de modo que fuera para ti.
Podías escoger. Y lo has hecho mal.
Hay presión en mis ojos, y en mis palabras. La sientes. Vas a tener que actuar con el peso de las consecuencias pero sin la libertad para asumirlas. Porque estoy yo, para cargarlas poco a poco, sin dejar de recordarte que soy yo quien las sujeta. Porque aunque creas que tú escoges la meta soy yo quien mide tu velocidad, día tras día.

No es fácil tampoco para mí, yo también la siento.
Presión, porque estás aquí y no sabemos qué hacer contigo.

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