sábado, 28 de octubre de 2017

Vértigo

Si mañana no recuerdo esta sensación, seré otra persona.
Si un día despierto sin saber que sé cómo son tus ojos, perderán el orden el resto de colores.
Si una catástrofe borra toda esto, no podré averiguar de qué manera no me ha ganado el mundo.

Tengo la certeza de que este sentimiento no se puede repetir. Como montar en avión por primera vez. Como probar la cocacola. Así que necesito una cápsula del tiempo, una caja fuerte, un piso franco, un grabado en piedra... Algo, aunque sea esto. Necesito saber que no habrá ninguna realidad en la que no sepa quién eres y quién soy yo contigo.

Cuando te conocí me mirabas como si pudiera romperme en cualquier momento. Como si fuese el mejor premio en la verbena y llevases comprando papeletas toda vida. Una vez pude bajar del pedestal y mi torpeza demostró que no me rompo fácilmente, pude reírme alto y fuerte.
Recuerdo con claridad el momento en que me di cuenta de que estaba cómoda contigo, de que era yo misma: cuando me reí como yo me río y tú me miraste con tus ojos muy abiertos, pero sonriendo.
Un día de verano en el que el oxígeno pesaba demasiado para mis pulmones, me dijiste vamos. Y fuimos a un paseo de madrugada, yo llevaba plomo en los bolsillos y tú trajiste un polo de horchata.
A veces tengo la sensación de que esa noche nunca se terminó y seguimos caminando sin un lugar al que ir, por estar juntos. Y a veces camino y camino, y no sé si cuando vengas traerás tú el plomo o la horchata. A veces, no sé si vendrás.
Pero el vértigo no entiende de "a veces". El vértigo siempre está ahí, aunque no estemos ni tú ni yo, porque nunca se cumple si no caemos. El vértigo se nutre de vernos de pie y de verme a mí asomada a esa realidad en la que no sé quién eres o quién soy yo contigo.
No sé hacia dónde caminamos ahora, pero espero que sea un camino que nos aleje del precipicio y que el vértigo pase y que en nuestras ventanas luzca el sol cada mañana.

Me escucharás, me buscarás, cuando me pierda y no señale el norte la estrella polar...?

domingo, 26 de febrero de 2017

Tu continente.

Mi casa está construida de acuerdo a un plano que define el resto de casas de por aquí. Mientras la construían, fue surgiendo la necesidad de adaptar los planes a las circunstancias, al terreno, a los materiales disponibles... Y así, hoy todo parecido entre la casa y el plano original es solo casualidad.
Todo el mundo tiene una opinión sobre mi casa. Los que son arquitectos, y los que no. Los que me han ayudado a construirla, y los que no.
Las opiniones son humanas, no creo que se puedan evitar. Pero las palabras son responsabilidad completa del que las pronuncia. Y yo no recuerdo haber pedido nunca opinión sobre mi casa.
Llevaba seis años en construcción cuando llegó la primera inspección. Esta obra no va bien, me dijeron. Se va a quedar con pocos pisos y la estructura se está torciendo. Así que tuvimos que cambiar los materiales, y probamos muchos distintos pero ninguno conseguía que las paredes se mantuvieran donde debían estar.
Han pasado muchos años y la obra nunca parece estar terminada. Los problemas, las gritas, las inundaciones y las goteras nunca dejan de aparecer. Y a veces pienso que ojalá pudiera mudarme.

Pero esta es mi casa. La que me da cobijo, la que mantiene mi calor.
Y también es mi casa, la que nunca cumple las expectativas, la que está siempre en reconstrucción.
Esta casa no es una. Esta casa son tantas que he perdido la cuenta. La casa en que yo vivo, la casa que ven los demás, la casa que analizan los arquitectos, la casa que derrumbo, la casa que cuido, la casa que me duele y la que me gusta decorar.

Esta casa es un cuerpo, este cuerpo que no es uno. Esta casa es un dilema sin solución y un trabajo interminable. Esta casa tiene vistas al futuro y un plano que redibujar.

lunes, 20 de febrero de 2017

Things we lost in the fire

Si ves que mi canción acaso no resulta, avísame y recojo la melancolía.

¿Te acordarás quizá de los chicles que hacían que desapareciera el verano?

Yo, que nunca he soportado la menta, el sabor del polo
atesoro, sobre todo
los chicles en los besos.
Chicles que picaban y me hacían respirar,
y contigo, también olvidar los 37º a la sombra.
Sentía el polo,
se iba el verano,
en el aire que estaba a tu alrededor.

¿Qué recordaré yo?
La cara.
No,
los ojos que me miraron en un vestido largo y el pelo suelto a pesar del calor,
y el silencio,
y los comentarios que no hiciste.
Todos y cada uno de ellos, brillándonos en los ojos.

Recordaré que no había fresas con chocolate,
pero sí libros de historia,
y feria del libro,
deshabitada desde entonces.

Recordaré la tranquilidad,
y las grietas que notaba a tu lado, por donde tu luz se filtraba
y yo no me quedaba
con
nada.

Recordaré que me gustabas y no podía quererte.
Pero sí te quise.
Tú con tu luz y yo sin darte
nada.
Yo, siendo un boceto
siendo mil piezas que nunca formarían el puzle que imaginabas.

Me quedo con ese invierno en julio,
y el camino que nunca me aprendí hasta tu casa.
Lo demás no sé dónde ha ido,
creo que ardió
con las piezas y el puzle y el cartón y el verano.

Y ya no hay pruebas,
ya no recuerdo la cara, ni los ojos
solo las palabras que no dijiste,
las que yo dije de más,
y la curiosidad que ya no siento.

*DISCLAIMER: esto no es un poema. A leer poemas, a otra parte.