Lo veo, y sumo el olor de los domingos por aquí. Si no dejas de acostumbrarte a ellos no lo ves, pero es muy característico. Sé de un coche que está camino de la playa, y deja para mí todo esto. Algún vecino tiene la música altísima desde las nueve, pero he decidido que me gusta. Hay mermelada en la nevera, y chistes malos escritos en post-its. En varios kilómetros a la redonda no me queda nada de lo que quejarme, y dicen las aceras que no esperan de mí nada que no sean pasos firmes, y quizá algún salto cuando nadie mire. Y si miran, también.
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