lunes, 5 de septiembre de 2011

Awkwardly speaking with nothing to say.

Tengo una cama encima de la cabeza. Hay gente que teme las literas cuando duermen arriba pero creo que el peligro acecha de verdad a la cama de abajo. Si se cae la cama superior contigo encima caes en blando, si se cae esa misma estando tú debajo, lo siento por tu nariz. Tengo el consuelo de que el colchón sobre mi cabeza está deshabitado, pero sigue sin inspirar confianza. Así que no me duermo, porque el estado de vigilia parece mil veces más seguro.

O quizá las literas me dan igual y mi problema es otro. A lo mejor mi cama, que tiene más anchura que yo altura, me está esperando a 200 kilómetros de aquí con los cojines tristes, porque piensa que la he abandonado por una mejor. Pero a mí me pone triste pensar en ella, aun falta desgastarla por demasiados rincones.
Pero ahora, estoy en esta cama nueva, esperando a la llegada de una vida diferente. Esperaba rincones huecos esperando que yo los llenara, esperaba algo que me gritara que quiere ahí mi huella. Estanterías vacías, por alejarme de la metáfora y pasarme a lo tangible. Pero no sé, todavía no las he visto por aquí. Solo está vacía la litera, que irónicamente no soy capaz de llenar. Aunque si pudiera estar en dos camas a la vez no serían las de arriba y abajo de una litera, morir espachurrada por mí... hmmm, raro.
Me tendré que currar este rinconcito, anyway.Tengo que explicarle de qué va la cosa, porque no he venido a por una mesa para estudiar y otra para comer, quiero una vida entera, o... un buen pedazo de vida. No una familia entera, pero sí un pedazo de familiaridad. Y... entre todo el pánico que las vocecitas de primer día y de mudanza crean en mí he encontrado algo que he traído con mi más previsora buena fe. Tengo una maleta entera esperando un hueco, pero un peluche se hace hueco solo, y pasa lo mismo con mi calavera. Tiene una rana encima y debajo se lee Salamanca. Ha pasado por todas mis casas y viene del día en que pensé dónde estudiaría. Dije iré a la universidad de Salamanca. Y veo mis mofletes de antaño dentro de una calavera, y pienso que me puedo llevar la familiaridad a donde yo quiera. Siempre habrá una manta, y un paseo descalzo los domingos por la cocina. Cualquier cocina, y cualquier manta.

Querer y necesitar son curiosos. Querer quiero llenar esto de mis cosas. Necesitar, necesito saber que no me voy a despertar mañana sin saber donde estoy. Me dicen por aquí que esto no es Salamanca, y no se está tan mal. Si mañana sigo sabiéndolo, bien. Lo que quiero vendrá cuando el pánico se vaya, una vez cubierto lo que necesito. Y entonces, todo bien. Entonces, bien. Mañana, bien.

Y para ponerme firme, en cuanto deje de mirarme así el somier de aquí arriba, empezaré a mentalizarle de que de aquí a cinco años más le vale que nos llevemos bien.

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