Unos años atrás se despertaba todas las noches de alguna pesadilla, y se alegraba de que su pelo negro le estuviera robando espacio en la cama, porque eso significaba que ella estaba cerca. Este pensamiento no estaba dividido, solo podía entristecerle. Recordó también la primera vez que le llamó Morena, y su risa contenida, y cómo se mordía el labio inferior tratando de decidir si quería besarlo o abofetearlo. Estaba corriendo detrás de ella porque se negaba a darle las llaves del coche. Corrieron en círculos alrededor de este, hasta que se encontraron agotados, mirándose de frente a través de las ventanillas. Apenas llevaban unos meses saliendo, y le dijo que iba a a acabar con él, morena. Desde entonces la llamaba así para conseguir ese gesto suyo. Sabía que le molestaba ser llamada de cualquier manera que no fuera su nombre, pero también que no podía resistirse a reír cuando él lo decía.
En los últimos días de relación trató de llamarla así un par de veces, pero no había ningún tipo de reacción. No se enfadaba ni siquiera. Pero cuando se despidieron, él la beso en la mejila y susurró "Suerte, morena" y consiguió una sonrisa de medio lado.
Mientras salía el sol en el otro lado del mundo, sonó un teléfono. Ella se incorporó pensando que era la alarma, pero esta saltó unos segundos más tarde. Lo que la había despertado era un mensaje, con una sola palabra en su interior. No supo cómo reaccionar ante aquello. Sonrió, y su sonrisa fue torciéndose mientras apretaba los labios, sintiendo las lágrimas acumulándose en sus ojos. Y deseó que fuera de noche y estar en otro lugar. En otro momento.
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