Me presento: soy esa persona que prefiere pasar el verano sola, leyendo y saliendo a correr con música en los oídos, para que nadie se ofrezca a acompañarla. Sin embargo, siento que no debería ser esa persona. Que es el momento de salir hasta que se haga de día, que tengo los amigos y la oportunidad. Todo listo para la fiesta. Todo, menos yo.
Y pienso, qué clase de historia digna de contar comienza conmigo sujetando una cerveza en medio de un centenar de personas sujetando su alcohol, deseando ligar, o pegarse con alguien, o más alcohol. Qué tipo de recuerdos tengo cuando llego a casa, con los pies destrozados y el vestido lleno de la bebida de otras personas (con las que he decidido no pegarme). Me lo paso bien, pero no me siento bien por ello. Me gusta bailar, pero salir así no significa bailar. Saltar, gritar, puede, si la orquesta es decente. Pero no sé por qué sigo empujándome a salir así. Por qué siento que está mal todo esto que pienso.
Me debería presentar de nuevo: soy esa persona que no sabe si es una sola persona. Creo que es bastante probable que esté engañando a todo el mundo y no sepa dejar de hacerlo.
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miércoles, 9 de julio de 2014
jueves, 26 de junio de 2014
Young Volcanoes
Los días que marcas en el calendario no pueden estar siempre prediseñados. No te haces necesariamente mayor el día que cumples 18, ni te comprometes de verdad con una persona el día de tu boda.
When Rome's in ruins, we are the lions free of the coliseum.
...It's all over now, before it has begun... and we've already won!
We are wild.
We are like young volcanoes.
Hoy es un martes de mayo cualquiera, sin marca en la agenda. Pero hoy ha sido el primero de muchos días en los que mi fracaso comienza a ser solo culpa mía. Y me siento extremadamente llena de responsabilidades. Y sobre todo, de libertad.
El conjunto de día-a-días que había acumulado, siguiendo unas reglas que yo nunca definí, han cerrado la puerta detrás de ellos. Toda su estructura se ha derrumbado, dejándome a mí sin un camino que seguir. Es decir, con todo el bosque para decidir por dónde quiero pasar.
Roma está ardiendo y yo no pienso quedarme a convertirme en las cenizas. Hoy he crecido un poco, o me he dado cuenta de que ya lo había hecho. He hecho una muesca en el marco de la puerta. He vivido un poco más. Me siento llena de energía y de vida incontrolable, que se me escapa por las yemas de los dedos y el brillo de los ojos.Y tengo ganas de cantarme que soy una muchacha excelente. Así que esta es mi manera de hacerlo, aunque para cuando leáis esta entrada ya sea junio, y haya dejado de ser martes. Y el calendario diga que he cumplido 21 años.
No sé que pasará el 26 de junio y no quiero esperar para verlo, porque hoy ya está todo en ruinas. Y para entonces, habremos hecho de Roma una ciudad mil veces mejor, y solo será un día más en esa nueva ciudad.

...It's all over now, before it has begun... and we've already won!
We are wild.
We are like young volcanoes.
jueves, 19 de junio de 2014
My songs know what you did in the dark
Las estrellas no me quieren dar respuesta, dijo. Tiene una pregunta para cada estrella, y las formula cada noche inútilmente. Quizá los astros no tengan las respuestas, o nadie
las merezca. Quizá nadie pueda darlas. Pierde el tiempo buscando en el cielo nocturno la utilidad. Su belleza no está ahí para explicar nuestra vida, nunca estará a nuestro servicio. Y además yo creo que las preguntas
importantes no se pueden responder o pierden su importancia.
Eso le contesté yo. Que vivamos. Intentemos que nuestras preguntas
se calmen solas, hagamos de la vida nuestra respuesta. Se vendrán conmigo, las
estrellas. A ellas les pica la curiosidad sobre mis preguntas, le dije. Ya ves,
tú haces preguntas a las estrellas, y yo creo que somos sus respuestas. Somos nosotros los que tienen alguna utilidad para ellas. O puede
que sólo seamos su fuente de incógnitas. En cualquier caso, sin nosotros se aburren.
Miss missing you
Unos meses atrás me di cuenta de que ya no me veo reflejada en los espejos. Me veo en los cristales de las tiendas, en las puertas del tren antes de abrirse, en las paredes metálicas del ascensor... Miro, y siempre está en el otro lado una persona que lleva tanta prisa que no me aguanta la mirada, y solo es capaz de concentrarse en cómo llevo el pelo o en cómo mis zapatillas parecen mucho más inapropiadamente verdes que cuando me las puse por la mañana.
Los espejos, sin embargo, han comenzado a aterrarme. Aparto la mirada y trato de evitar contacto visual con la persona que soy en esas superficies metálicas. No quiero creer que esa sea la forma en que todo el mundo me ve.
Sin embargo, al menos en esas otras superficies había algo que se reflejaba frente a mí, lo suficientemente difuso como para que me atreviera a mirar. Y me gustase o no, inspiraba cierta tranquilidad saber que dispones de un reflejo personal e intransferible, fiel a tu presencia. Al que te has acostumbrado.
Pero hoy, al buscarme en la ventanilla del autobús, no había nada. Con preocupación me he puesto la pantalla del móvil frente a los ojos, y solo podía ver el respaldo de mi asiento, y a la mujer sentada detrás de mí.
Durante una hora, en la que he olvidado mi destino y pasado de largo mi parada, he intentado comprender qué era lo que estaba sucediendo a mi alrededor. Creo que mi reflejo y yo, que tanto tiempo hemos pasado distanciándonos, hemos roto por fin nuestra relación.
Así que no tengo reflejo. Se ha debido marchar a buscarse a alguien que le preste más atención. Que le acepte como es.
Y yo me he quedado sola. Sin nada que me indique cómo me perciben los demás. Sin ninguna prueba de si estoy consiguiendo acercarme o no a la imagen de persona que trato de conseguir. Con el imnenso problema de ser totalmente independiente de mi aspecto y de lo que el resto del mundo pueda ver en él. Y sin saber qué hacer con tan gigantesca felicidad.
Los espejos, sin embargo, han comenzado a aterrarme. Aparto la mirada y trato de evitar contacto visual con la persona que soy en esas superficies metálicas. No quiero creer que esa sea la forma en que todo el mundo me ve.
Sin embargo, al menos en esas otras superficies había algo que se reflejaba frente a mí, lo suficientemente difuso como para que me atreviera a mirar. Y me gustase o no, inspiraba cierta tranquilidad saber que dispones de un reflejo personal e intransferible, fiel a tu presencia. Al que te has acostumbrado.
Pero hoy, al buscarme en la ventanilla del autobús, no había nada. Con preocupación me he puesto la pantalla del móvil frente a los ojos, y solo podía ver el respaldo de mi asiento, y a la mujer sentada detrás de mí.
Durante una hora, en la que he olvidado mi destino y pasado de largo mi parada, he intentado comprender qué era lo que estaba sucediendo a mi alrededor. Creo que mi reflejo y yo, que tanto tiempo hemos pasado distanciándonos, hemos roto por fin nuestra relación.
Así que no tengo reflejo. Se ha debido marchar a buscarse a alguien que le preste más atención. Que le acepte como es.
Y yo me he quedado sola. Sin nada que me indique cómo me perciben los demás. Sin ninguna prueba de si estoy consiguiendo acercarme o no a la imagen de persona que trato de conseguir. Con el imnenso problema de ser totalmente independiente de mi aspecto y de lo que el resto del mundo pueda ver en él. Y sin saber qué hacer con tan gigantesca felicidad.
jueves, 5 de junio de 2014
The Phoenix
Hace tiempo que te conozco y no has dejado de asombrarme. Actúas de forma tan peculiar que es imposible no fijarse en ti, y sin embargo lo haces para pasar desapercibida. Intento conservar cada imagen que tengo de ti, y no dejas de hacer que desaparezcan.
Supuse que estabas huyendo en el momento en que te conocí, pero nunca imaginé que hubiera detrás de tu irrefrenable escape un motivo real. Parece que eres una persona maravillosa que pone todo su esfuerzo en convertirse en un ser humano normal y corriente. Como todos los demás. Solo que los demás se esfuerzan por parecer tan especiales como tú eres.
Hace cinco años escuché una historia en la que una chica se quedó atrapada, porque nunca me contaron el final. Por lo que yo sé, ella se quedó huyendo de sus captores y esquivando a sus asesinos por una carretera secundaria, dejando detrás una realidad que no comprendía y a alguien realmente especial que le salvó la vida. Mi amigo Dorian me contó esta historia. A su manera, desde su peculiar encierro en su mente. A él le conozco desde que su tía murió. Acudí a su casa después del accidente para encontrarle sentado a su lado, balanceándose y murmurando, con los cristales de un jarrón que parecía ser el arma homicida clavados en sus manos. Todo el mundo asumió que había sido él, ya que a veces los jóvenes autistas pueden ser impredecibles e irascibles. Sin embargo, desde el momento en que llegué a la casa supe que no había podido ser él, y que su mente no era tan inalcanzable como muchos se creían.
Pero tú ya debes saber eso, ¿verdad?. Unos días atrás recordé esta historia y pensé que quizá no me la tomé en serio cuando me la contaron. Quizá esa chica que huyó existía de verdad, y ha pasado los últimos cinco años huyendo. Quizá salió de aquella casa con el resto de cristales de aquel jarrón. Y quizá se encontró conmigo tiempo después, mientras buscaba a su salvador para agradecérselo, y no pudo pasar desapercibida. Pero volvió a huir y yo decidí escribirle una carta.
No sé por qué siento la necesidad de hacerte saber que conozco la verdad, cuando este hecho te hará sentir incómoda y vulnerable. Pero entiendo que es un secreto, y no puedo contárselo a nadie más, y creo que soy la única persona que no tiene intención de hacerte seguir huyendo ni temer por tu vida. Solo quiero que sepas que toda una vida escapando acabará contigo. Quizá sigas viviendo pero no vas a volver a ser tú, está acabando con todo lo que te hace especial. Quien fuera que te perseguía ha conseguido su objetivo, te está arrebatando tu vida.
Cinco años atrás creía tener algo que contar: Nunca estuve aquí.
Supuse que estabas huyendo en el momento en que te conocí, pero nunca imaginé que hubiera detrás de tu irrefrenable escape un motivo real. Parece que eres una persona maravillosa que pone todo su esfuerzo en convertirse en un ser humano normal y corriente. Como todos los demás. Solo que los demás se esfuerzan por parecer tan especiales como tú eres.
Hace cinco años escuché una historia en la que una chica se quedó atrapada, porque nunca me contaron el final. Por lo que yo sé, ella se quedó huyendo de sus captores y esquivando a sus asesinos por una carretera secundaria, dejando detrás una realidad que no comprendía y a alguien realmente especial que le salvó la vida. Mi amigo Dorian me contó esta historia. A su manera, desde su peculiar encierro en su mente. A él le conozco desde que su tía murió. Acudí a su casa después del accidente para encontrarle sentado a su lado, balanceándose y murmurando, con los cristales de un jarrón que parecía ser el arma homicida clavados en sus manos. Todo el mundo asumió que había sido él, ya que a veces los jóvenes autistas pueden ser impredecibles e irascibles. Sin embargo, desde el momento en que llegué a la casa supe que no había podido ser él, y que su mente no era tan inalcanzable como muchos se creían.
Pero tú ya debes saber eso, ¿verdad?. Unos días atrás recordé esta historia y pensé que quizá no me la tomé en serio cuando me la contaron. Quizá esa chica que huyó existía de verdad, y ha pasado los últimos cinco años huyendo. Quizá salió de aquella casa con el resto de cristales de aquel jarrón. Y quizá se encontró conmigo tiempo después, mientras buscaba a su salvador para agradecérselo, y no pudo pasar desapercibida. Pero volvió a huir y yo decidí escribirle una carta.
No sé por qué siento la necesidad de hacerte saber que conozco la verdad, cuando este hecho te hará sentir incómoda y vulnerable. Pero entiendo que es un secreto, y no puedo contárselo a nadie más, y creo que soy la única persona que no tiene intención de hacerte seguir huyendo ni temer por tu vida. Solo quiero que sepas que toda una vida escapando acabará contigo. Quizá sigas viviendo pero no vas a volver a ser tú, está acabando con todo lo que te hace especial. Quien fuera que te perseguía ha conseguido su objetivo, te está arrebatando tu vida.
Cinco años atrás creía tener algo que contar: Nunca estuve aquí.
miércoles, 14 de mayo de 2014
The Mighty Fall
Si la mente gobierna sobre la persona, siento que no estamos en buenas manos. La mente se colapsa, crea realidades que no se ajustan al mundo en el que vivimos. La mente caduca.
Hoy fue uno de esos días de envejecer de repente, asumiendo responsabilidades y conflictos. La presión y la confrontación con cualquier persona hace que mi mente deje de funcionar. Incluso cuando en una conversación una persona que considero cuerda alza la voz, o añade más pasión de la que yo espero a un argumento, mi mente colapsa. Dejo de tener ideas válidas que defender y me convierto en un ser tembloroso deseante de que todo eso acabe. Mi mente, reinante en el imperio de quien soy, cae. Y entonces se produce la anarquía que me anula. Cuando más necesito de todo lo que tengo para defenderme, mis tropas abandonan y me quedo sola, buscando la fuerza para hablar sin que esta aparezca.
Cuando desperté años más joven esta mañana, creía en las mentes. Hace unos años incluso habría vendido mi reino por ellas. No me habría visto envuelta en el conflicto con seres queridos si mis creencias hubieran tenido algún fundamento. Pero no lo tenían, y una mente con una realidad alternativa ha aplastado a mi mente, real pero débil. Y otra mente que ha pasado demasiado tiempo en funcionamiento no me reconoce.
Las mentes me arrebatan a las personas que quiero. Y la mía ha echado tantas arrugas que ni siquiera puedo enfadarme. Pero me duele como le duele a las personas mayores la vida que se ha ido.
Siento que la existencia debería dejar de ser continua. Me haría inmensamente feliz poder pausar la vida mientras el tiempo sigue corriendo, sin que las mentes se vieran afectadas por él.
Hoy fue uno de esos días de envejecer de repente, asumiendo responsabilidades y conflictos. La presión y la confrontación con cualquier persona hace que mi mente deje de funcionar. Incluso cuando en una conversación una persona que considero cuerda alza la voz, o añade más pasión de la que yo espero a un argumento, mi mente colapsa. Dejo de tener ideas válidas que defender y me convierto en un ser tembloroso deseante de que todo eso acabe. Mi mente, reinante en el imperio de quien soy, cae. Y entonces se produce la anarquía que me anula. Cuando más necesito de todo lo que tengo para defenderme, mis tropas abandonan y me quedo sola, buscando la fuerza para hablar sin que esta aparezca.
Cuando desperté años más joven esta mañana, creía en las mentes. Hace unos años incluso habría vendido mi reino por ellas. No me habría visto envuelta en el conflicto con seres queridos si mis creencias hubieran tenido algún fundamento. Pero no lo tenían, y una mente con una realidad alternativa ha aplastado a mi mente, real pero débil. Y otra mente que ha pasado demasiado tiempo en funcionamiento no me reconoce.
Las mentes me arrebatan a las personas que quiero. Y la mía ha echado tantas arrugas que ni siquiera puedo enfadarme. Pero me duele como le duele a las personas mayores la vida que se ha ido.
Siento que la existencia debería dejar de ser continua. Me haría inmensamente feliz poder pausar la vida mientras el tiempo sigue corriendo, sin que las mentes se vieran afectadas por él.
martes, 6 de mayo de 2014
Death Valley
Una barrera en el tiempo se levanta a escasos metros de mi casa. Una débil reja y los espesos arbustos que han crecido sobre ella definen el límite visible entre mi hogar y un barrio fantasma.
A Shira le gusta pasear por allí, aunque yo no puedo seguir el ritmo de sus cuatro patas saltando sobre los escombros y hierbajos que hay. En el barrio fantasma solo compiten con los éstos los gatos, que han encontrado su lugar, aprovechando de cuando en cuando el maravilloso espectáculo que supone mi perra tratando de alcanzarles.
Lo que iba a convertirse en una piscina para un grupo de veinte chalets adosados es ahora un pedazo de tierra vacío. La promesa de montones de veranos que no llegan. Los chalets dirigen sus ventanas de cristales rotos y rejas oxidadas hacia ese lugar lugar, desde donde ahora los miro. Solo dos de ellos tienen completa la fachada; tres pisos pequeños de ladrillo y uno en la base decorado con piedra gris. Los demás se extienden a lo largo de un camino superpoblado por las plantas, que están ahora más altas que nunca, como si se irguieran por orgullo, reclamando su lugar.
Al darme la vuelta puedo ver la ventana de mi habitación, y la terraza. Todo lo que podría verse desde mi casa queda empañado por un barrio lleno, de todo menos de personas. Hay sacos de yeso y cajas llenas de azulejos esperando su lugar, y herramientas abandonadas en mitad de su misión. Como si todo el mundo hubiera salido de allí huyendo a media jornada. Y cada día miro hacia aquí, desde donde ahora me devuelvo la mirada, y no comprendo de qué podían estar huyendo tantas personas. Ahora que está anocheciendo y ellos no están, este barrio sin luz, sin caminos y sin vida definitivamente parece un sitio del que huir. De día, sin embargo, no tiene pinta de merecer haber sido abandonado de esta manera. De día yo solo veo parejas y familias imaginarias con sus maletas, al otro lado de la verja y las plantas, esperando que les abran la puerta. Gente que puso su dinero en un banco y sus esperanzas en un terreno que ahora les han robado los gatos. Vecinos que no tengo, farolas que no existen, y gente a la que no puedo culpar de taparme las vistas.
A unos metros de mi casa hay un barrio que existe en otro tiempo, pero no ahora. Un barrio fantasma del que yo soy, desde mi ventana, la principal habitante.
A Shira le gusta pasear por allí, aunque yo no puedo seguir el ritmo de sus cuatro patas saltando sobre los escombros y hierbajos que hay. En el barrio fantasma solo compiten con los éstos los gatos, que han encontrado su lugar, aprovechando de cuando en cuando el maravilloso espectáculo que supone mi perra tratando de alcanzarles.
Lo que iba a convertirse en una piscina para un grupo de veinte chalets adosados es ahora un pedazo de tierra vacío. La promesa de montones de veranos que no llegan. Los chalets dirigen sus ventanas de cristales rotos y rejas oxidadas hacia ese lugar lugar, desde donde ahora los miro. Solo dos de ellos tienen completa la fachada; tres pisos pequeños de ladrillo y uno en la base decorado con piedra gris. Los demás se extienden a lo largo de un camino superpoblado por las plantas, que están ahora más altas que nunca, como si se irguieran por orgullo, reclamando su lugar.
Al darme la vuelta puedo ver la ventana de mi habitación, y la terraza. Todo lo que podría verse desde mi casa queda empañado por un barrio lleno, de todo menos de personas. Hay sacos de yeso y cajas llenas de azulejos esperando su lugar, y herramientas abandonadas en mitad de su misión. Como si todo el mundo hubiera salido de allí huyendo a media jornada. Y cada día miro hacia aquí, desde donde ahora me devuelvo la mirada, y no comprendo de qué podían estar huyendo tantas personas. Ahora que está anocheciendo y ellos no están, este barrio sin luz, sin caminos y sin vida definitivamente parece un sitio del que huir. De día, sin embargo, no tiene pinta de merecer haber sido abandonado de esta manera. De día yo solo veo parejas y familias imaginarias con sus maletas, al otro lado de la verja y las plantas, esperando que les abran la puerta. Gente que puso su dinero en un banco y sus esperanzas en un terreno que ahora les han robado los gatos. Vecinos que no tengo, farolas que no existen, y gente a la que no puedo culpar de taparme las vistas.
A unos metros de mi casa hay un barrio que existe en otro tiempo, pero no ahora. Un barrio fantasma del que yo soy, desde mi ventana, la principal habitante.
domingo, 20 de abril de 2014
Just One Yesterday
Hacía horas que había anochecido a un lado del mundo, mientras que en el otro quedaban unos minutos para el amanecer. Él estaba en el lado en el que aún le quedaba por delante gran parte de la noche, pero no conseguía dormir. Se imaginaba cómo estaría ella. Seguramente su pelo ocuparía media almohada mientras aprovechaba sus últimos minutos de sueño antes de que sonara el despertador. No dejaba de preguntarse si se habría paseado aquella noche por alguno de sus sueños, y si cuando él consiguiera dormirse, ella le visitaría a él en los suyos. Seguramente soñar con él arruinaría el humor de la joven para todo el día, y eso lo alegraba y lo deprimía a partes iguales. Nada le dolía tanto como hacerla sufrir, pero al recordar todas sus disputas, su sufrimiento parecía ser el único consuelo que podría obtener.
Unos años atrás se despertaba todas las noches de alguna pesadilla, y se alegraba de que su pelo negro le estuviera robando espacio en la cama, porque eso significaba que ella estaba cerca. Este pensamiento no estaba dividido, solo podía entristecerle. Recordó también la primera vez que le llamó Morena, y su risa contenida, y cómo se mordía el labio inferior tratando de decidir si quería besarlo o abofetearlo. Estaba corriendo detrás de ella porque se negaba a darle las llaves del coche. Corrieron en círculos alrededor de este, hasta que se encontraron agotados, mirándose de frente a través de las ventanillas. Apenas llevaban unos meses saliendo, y le dijo que iba a a acabar con él, morena. Desde entonces la llamaba así para conseguir ese gesto suyo. Sabía que le molestaba ser llamada de cualquier manera que no fuera su nombre, pero también que no podía resistirse a reír cuando él lo decía.
En los últimos días de relación trató de llamarla así un par de veces, pero no había ningún tipo de reacción. No se enfadaba ni siquiera. Pero cuando se despidieron, él la beso en la mejila y susurró "Suerte, morena" y consiguió una sonrisa de medio lado.
Mientras salía el sol en el otro lado del mundo, sonó un teléfono. Ella se incorporó pensando que era la alarma, pero esta saltó unos segundos más tarde. Lo que la había despertado era un mensaje, con una sola palabra en su interior. No supo cómo reaccionar ante aquello. Sonrió, y su sonrisa fue torciéndose mientras apretaba los labios, sintiendo las lágrimas acumulándose en sus ojos. Y deseó que fuera de noche y estar en otro lugar. En otro momento.
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martes, 15 de abril de 2014
Alone together.
Me encanta mirarte cuando estás cerca, y me gustaría culparte de cada uno de mis problemas cuando estás lejos. Estaría dispuesta a gritarte a través de un megáfono cuánto te odio, pero se le acabaría la pila cuando te acercaras a escucharme. No sé cómo hemos llegado al punto en el que te dejaría coger mi voz y calmarla porque no necesito gritar. Ni hablar siquiera.
Escupo todos mis pensamientos -como ahora, como si estuviera sola- cuando estoy contigo, sin que me preocupe ser malinterpretada o juzgada. Estoy tan cómoda sola como contigo. Y no sé cómo de bueno es eso, cuando apenas me aguanto.
Escupo todos mis pensamientos -como ahora, como si estuviera sola- cuando estoy contigo, sin que me preocupe ser malinterpretada o juzgada. Estoy tan cómoda sola como contigo. Y no sé cómo de bueno es eso, cuando apenas me aguanto.
No sé cómo hemos podido estar tan cerca viniendo de lugares tan lejanos. Ni siquiera estoy segura de si seguirán estando cerca los lugares a los que vamos, pero trato de continuar caminando a tu lado.
Me duele tanto la cabeza que hasta olvido por momentos cuánto me duele la tripa. Me gustaría estallar en mil pedazos que lo dejaran todo sucio, y contemplarlo desde el infinito como unos fuegos artificiales invertidos.
Tú estarías durmiendo, como casi siempre. Y el estallido sería tan fuerte que tendrías que despertarte, y quizá no podrías dormir en varios días. Pero a mí ya no me dolería nada. Ni siquiera tu forma de dormir.
Me equivoco cuando te odio, y cuando trato de remediarlo, queriéndote. Me equivoco cada vez que hablo pero tú lo haces cada vez que te callas. Y el problema no es que te equivoques, el problema es que te quiero.
Y el problema no es que te odie. El problema es que me quieres. Y lo peor, es que la solución a todos los problemas está en que te quiero, y en que me quieres. Y como diría Kutxi, sobra todo lo que viene después.
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