Si la mente gobierna sobre la persona, siento que no estamos en buenas manos. La mente se colapsa, crea realidades que no se ajustan al mundo en el que vivimos. La mente caduca.
Hoy fue uno de esos días de envejecer de repente, asumiendo responsabilidades y conflictos. La presión y la confrontación con cualquier persona hace que mi mente deje de funcionar. Incluso cuando en una conversación una persona que considero cuerda alza la voz, o añade más pasión de la que yo espero a un argumento, mi mente colapsa. Dejo de tener ideas válidas que defender y me convierto en un ser tembloroso deseante de que todo eso acabe. Mi mente, reinante en el imperio de quien soy, cae. Y entonces se produce la anarquía que me anula. Cuando más necesito de todo lo que tengo para defenderme, mis tropas abandonan y me quedo sola, buscando la fuerza para hablar sin que esta aparezca.
Cuando desperté años más joven esta mañana, creía en las mentes. Hace unos años incluso habría vendido mi reino por ellas. No me habría visto envuelta en el conflicto con seres queridos si mis creencias hubieran tenido algún fundamento. Pero no lo tenían, y una mente con una realidad alternativa ha aplastado a mi mente, real pero débil. Y otra mente que ha pasado demasiado tiempo en funcionamiento no me reconoce.
Las mentes me arrebatan a las personas que quiero. Y la mía ha echado tantas arrugas que ni siquiera puedo enfadarme. Pero me duele como le duele a las personas mayores la vida que se ha ido.
Siento que la existencia debería dejar de ser continua. Me haría inmensamente feliz poder pausar la vida mientras el tiempo sigue corriendo, sin que las mentes se vieran afectadas por él.
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