Las estrellas no me quieren dar respuesta, dijo. Tiene una pregunta para cada estrella, y las formula cada noche inútilmente. Quizá los astros no tengan las respuestas, o nadie
las merezca. Quizá nadie pueda darlas. Pierde el tiempo buscando en el cielo nocturno la utilidad. Su belleza no está ahí para explicar nuestra vida, nunca estará a nuestro servicio. Y además yo creo que las preguntas
importantes no se pueden responder o pierden su importancia.
Eso le contesté yo. Que vivamos. Intentemos que nuestras preguntas
se calmen solas, hagamos de la vida nuestra respuesta. Se vendrán conmigo, las
estrellas. A ellas les pica la curiosidad sobre mis preguntas, le dije. Ya ves,
tú haces preguntas a las estrellas, y yo creo que somos sus respuestas. Somos nosotros los que tienen alguna utilidad para ellas. O puede
que sólo seamos su fuente de incógnitas. En cualquier caso, sin nosotros se aburren.
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