Te miro, y no entiendo por qué lo hago. Te sigo, como si todo el desconcierto que produces fuera sed, y solo tú pudieras calmarla. Me muevo hacia cualquier dirección, buscándote sin darme cuenta. Porque mirarte es la forma que tiene mi cuerpo de dar una orden, de marcar la dirección, y el destino eres tú. De todas partes sales tú, o quizá es que siempre me dirijo allí donde puedo mirarte. Y cuando lo hago, haces que mi mente se colapse, sin saber qué quiere y sin entender qué provoca el fallo en el sistema. Y solo puedo dar por cierto que te estoy mirando, y que no sé por qué lo hago.
Pero te miro. Y cuando tú me miras, mi cuerpo se convierte en un relámpago lleno de electricidad, buscando desesperadamente tocar tierra. Y cuando dejas de mirarme, toda la tierra del mundo me pesa bajo los pies.
Lo mejor de este paisaje, me dijiste, lo mejor del mar, es que cuando sale el sol puedo ver tus ojos reflejados allí. Dicho por cualquier otra persona habría sonado estúpido e irreal, pero sé que clavas tu mirada en mis ojos como yo lo hago. Así que me lo creí, y culpé a mis ojos de esta tortura. Los culpables de que no pueda existir con todas mis partículas cuando estoy cerca de ti, porque te miran, y cada minuto que paso mirándote más partes de mí se van desprendiendo en tu dirección. Mis ojos, que hicieron que tú me miraras a mí, metiéndonos a ambos en este juego absurdo, que hace que me arda la piel. Que me convierte en una masa electrificada incapaz de soportar la sobrecarga.
Te rozo la mano al pasar por delante de ti, y me guiñas un ojo. Y ahí acaba todo, porque la pasión cuando se desata, con el fuego ardiendo en llamas que alcancen el cielo... se escapa, se diluye demasiado. Y nunca más vuelve a concentrarse como para provocar tal energía.
Pero aún así, lo que yo más deseo es mirarte sin tener que dejar de hacerlo. Descargar en ti todas las veces que me ha consumido el fuego, convertirme contigo en ceniza y arrasarlo todo detrás de nosotros hasta que no quede nada. Ni de ti, ni de mí, ni de la electricidad.
Y después, morir cada vez que te vea, y ya no quiera mirarte.
sábado, 19 de julio de 2014
A fuego lento
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