O las dos horas que voy a necesitar para pasar del realismo mágico al infierno de la realidad de un miserable domingo. O un verano de lectura imparable. O el renacimiento de mi admiración profunda hacia García Márquez. Llamad a este tiempo como queráis.
Os dejo un par de pedacitos de brillantez. Así de gratis.
El primero, sobre la que creo que es la más cruel de todos los personajes, que tiene el carácter perfectamente definido, y al final no le quedan ni ganas de seguir siendo mala.
"Su corazón de ceniza apelmazada, que había resistido sin quebrantos los golpes más certeros de la realidad cotidiana, se desmoronó a los primeros embates de la nostalgia. La necesidad de sentirse triste se le iba convirtiendo en un vicio a medida que la devastaban los años. Se humanizó en la soledad."
El segundo, realmente necesario. Es de las últimas páginas del libro, refiriéndose a un librero catalán que decide volver a Barcelona, y cada metro que avanza el barco más añora la tierra que deja atrás. Mientras acababa la novela, no podía dejar de sentirme identificada con él, y más que nada con este fragmento. Las ganas que tenía de acabar con tanta soledad y miseria, junto con la certeza de que iba a extrañarlas, con todo el universo que va con ellas.
"Aturdido por dos nostalgias enfrentadas como dos espejos, perdió su maravilloso sentido de la irrealidad, hasta que terminó por recomendarles a todos que se fueran de Macondo, que olvidaran cuanto él les había enseñado del mundo y del corazón humano, que se cagaran en Horacio, y que en cualquier lugar en que estuvieran recordaran siempre que el pasado era mentira, que la memoria no tenía caminos de regreso, que toda primavera antigua era irrecuperable, y que el amor más desatinado y tenaz era de todos modos una verdad efímera."
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