Salir y entrar en la cama, con todo lo que no pasa entre medias.
No siento el aire en la cara mientras oigo el zumbido de la sangre bombeando en mis oídos, mi respiración y las zapatillas golpeando en el suelo. No hablo. No compro, no cruzo la acera, no cargo las bolsas.
No avanzo.
Salir de la cama con la luz del sol en unas ventanas demasiado grandes. Demasiado tarde. Hacer la cama, con la promesa de un gran día, un día diferente, en el que me ducho y visto para de nuevo, quedarme en la misma habitación. La comida, la cama, el escritorio. En la misma habitación con ventanas grandes y el sol en ellas.
Entrar en la cama, con el pijama puesto. Cada vez más tarde, y más triste, y más vieja.
lunes, 16 de marzo de 2015
viernes, 17 de octubre de 2014
Street Harassment
Hoy he ido a la universidad, como cualquier otro día. Me he
vestido como he decidido que pegaba a un día como hoy, que es solo otro día. Y
he subido en el bus casi como cualquier otro día, porque hoy era día de
lluvia. Y por segunda vez esta semana, he tenido que soportar la agresión en la
calle, que se ha dado como cualquier otro día. Mientras cruzaba por un paso de
cebra, el coche que esperaba con el semáforo en rojo ha pitado y simulado
acelerar. Sus tres ocupantes han bajado las ventanillas con el objetivo de
comentar mi cuerpo, mi ropa, mi forma de andar y de actuar, y en definitiva, la
manera en que ocupo espacio en este planeta.
Hace unos días me pasó algo similar, de vuelta a casa, de noche y sin coches de por medio. Entonces seguí caminando, intentando mantener la barbilla alta, los pasos firmes y la mirada al frente, sin acelerar el ritmo, haciéndoles creer que no podían afectarme ni enfurecerme, que no tenían poder sobre mí. Pero lo tenían, porque yo ya llevaba las manos apretadas y contaba los pasos hasta mi casa. Y lo que ellos vieron fue el objeto de sus comentarios seguir adelante, como si esos comentarios no fuesen nada extraordinario. Como si no pasara nada.
No es un piropo, es una forma de demostrar que estás por encima de mí, que tienes derecho a opinar como si yo hubiese sido concebida para ser expuesta. Mi existencia no está ahí para que tú puedas juzgarla, y yo no tengo por qué soportar que lo hagas. Y dirían ellos, si pudieran ver las palabras que les dedico, que no hay nada de machismo por medio, que a ellos no les molestaría estar en mi situación. Pues si es un problema que tú, como hombre, no tienes con las mujeres, quizá sí sea machismo. Porque no estamos entre iguales, porque si no hubiese sido desde un coche que iba a tener que avanzar en segundos yo no habría podido contestar sin miedo.
Hace unos días me pasó algo similar, de vuelta a casa, de noche y sin coches de por medio. Entonces seguí caminando, intentando mantener la barbilla alta, los pasos firmes y la mirada al frente, sin acelerar el ritmo, haciéndoles creer que no podían afectarme ni enfurecerme, que no tenían poder sobre mí. Pero lo tenían, porque yo ya llevaba las manos apretadas y contaba los pasos hasta mi casa. Y lo que ellos vieron fue el objeto de sus comentarios seguir adelante, como si esos comentarios no fuesen nada extraordinario. Como si no pasara nada.
Hoy, sin embargo, he decidido que sí que pasa. Que no puedo aceptar como parte de mi rutina convertirme en un escaparate. Que las calles son tan mías
como de cualquier otro, y no hay hora del día ni lugar por el que deba pensarme dos veces si camino, porque soy una mujer.
He girado sobre mis talones y he contestado a las ventanillas abiertas. No necesito tu opinión sobre mi cuerpo. Y de ellas ha salido algo como “solo era un piropo niña, no seas sosa”. Pero a mí no me parece solo un piropo y aunque lo fuera, no me da la gana aceptarlo. No puedo hacer como que es lo normal, que comentar es lo que tú debes hacer, y aceptar lo que debo hacer yo.
He girado sobre mis talones y he contestado a las ventanillas abiertas. No necesito tu opinión sobre mi cuerpo. Y de ellas ha salido algo como “solo era un piropo niña, no seas sosa”. Pero a mí no me parece solo un piropo y aunque lo fuera, no me da la gana aceptarlo. No puedo hacer como que es lo normal, que comentar es lo que tú debes hacer, y aceptar lo que debo hacer yo.
No es un piropo, es una forma de demostrar que estás por encima de mí, que tienes derecho a opinar como si yo hubiese sido concebida para ser expuesta. Mi existencia no está ahí para que tú puedas juzgarla, y yo no tengo por qué soportar que lo hagas. Y dirían ellos, si pudieran ver las palabras que les dedico, que no hay nada de machismo por medio, que a ellos no les molestaría estar en mi situación. Pues si es un problema que tú, como hombre, no tienes con las mujeres, quizá sí sea machismo. Porque no estamos entre iguales, porque si no hubiese sido desde un coche que iba a tener que avanzar en segundos yo no habría podido contestar sin miedo.
Porque no es un piropo. Es la manera de arrebatarme el
poder, de tratar de convencerme de que las calles no son tan mías como de
cualquier otro. Y eso no voy a aceptarlo hoy, que quizá no sea del todo un día
como cualquier otro.
Streets are ours. Not ours too.
Y para quitarle algo de hierro al asunto, y sobrevivir a cada semana sin morir de ira: 10 cosas que los acosadores nunca dicen
martes, 26 de agosto de 2014
To all the boys I've ever loved.
Te recuerdo, seguro. Pero no lo hago a menudo.
Sé que hubo un comienzo. Siempre es el comienzo lo más sencillo de pensar. Imagino a la casualidad jugando conmigo, cogiéndome de la cabeza como a un pequeño muñeco en una reproducción en miniatura de la realidad, y dejándome sin pensar en medio de tu camino. Seguramente fue así. O quizá fuiste tú quien se interpuso en el mío, tapando las señales que me llevarían a cualquier otra parte.
Si tú lo haces alguna vez, recuerda a la persona que era antes de que me cambiaras. Antes de quererte, o de creer que me querías. Recuerdame antes de quererme, si lo hiciste. O cuando supiste que lo hacías.
Si fueron muchos o pocos los segundos que pensé en ti, desde que no lo hago eso ya no importa. Mi percepción de la intensidad y el tiempo en que te quise son distintos ahora que ya no lo hago.
Deberías saber que no fue por ti que te quise. Fue por mí. Porque lo que fuera que te gustaba de mí coincidió con lo que sea que me gusta de mí. Mi curiosidad fue la principal causante de que al final, sí que fuera por ti.
Y de nuevo fui yo el motivo para dejar de quererte. Si tú lo hiciste primero, me alegro de que pudieras dejar que yo me diese cuenta después. Si acaso sin saberlo fue cosa mía, estabas haciendo desaparecer esas cosas que te gustaban de mí. Y tarde o temprano tú tampoco me querrías. Así que por esto último, acepto tus disculpas, y fue un placer librarte del error.
Me alegro de no haberte conocido lo suficiente, y de que no sepas cómo te quería, si acaso alguna vez sospechaste que lo hacía. Ojalá te hubieras convertido en otra persona cuando dejé de quererte, y yo no tuviera la certeza de que sigues existiendo pero ya no estás siendo quien tiene una hueco reservado en mí. Porque es incómodo pensar que un pedacito de mi corazón es de un extraño. Es como caminar con las pantuflas de otro en tu sala de estar.
A todos los chicos que quise, sabed que ya no lo hago. Pero hay un momento en el tiempo en el que siempre lo haré, aunque prometo que no es a propósito.
domingo, 24 de agosto de 2014
Let's not.
Y pienso que no hay una manera de explicarte a ti mismo. No hay una carta de presentación, esquemática. Yo no la tengo, y ni siquiera me quiero presentar. Si la única forma de hacer que me sienta bien es pensar que si me conociera hoy mismo al menos a mí yo me caería bien, entonces no hay una forma. No existe universo en el que aceptara de mi parte una tarjeta de presentación.
A los quince años te dicen que lo que tienes delante es tiempo. Sin esfuerzo, él dejará en donde tengas que estar, formará tu tú. A los 21 no hay tú que valga, o al menos yo no tengo un yo. Lo que realmente sucedería esta noche es que me cruzaría con una nebulosa casi transparente, una masa cambiante e indecisa que no solo no querría conocer sino que realmente no podría. Porque no es.
Si todo lo que sé que mi yo quiere hacer para ser está en este universo, es difícil entender por qué no está formando ya parte de esa masa que ni siquiera me va a decir hola.
Si está ahí, qué pasa con el tiempo que pierdo sin saber si existo. Por qué salgo sin querer hacerlo, por qué ocupo este espacio y no otro, por qué no estoy creando ni tampoco mirando.
Todo lo que soy es un montón rancio de "si pudiera" y no hay nada de lo que quiero haciéndose realidad. No he elegido mi lugar, mi ocupación, ni mi compañía. Echo en falta en esta cantidad de medios y de gente que como yo no duerme y necesita de algún modo compartir y expresar sus pensamientos para que tengan orden, alguna persona que explique con más claridad qué se hace, y qué se siente, en los años perdidos. Esos en los que el tiempo ya debería haberte convertido en algo, pero aun tienes que esperarlo para que termine su función. Y sobre todo, qué hacer para que la lleve a cabo de una vez por todas.
jueves, 21 de agosto de 2014
Una luz.
Take me out tonight where there's music and there's people and they're young and alive.
Driving in your car, I never never want to go home... because I haven't got one anymore.
Take me out tonight because I want to see people and I want to see life. Driving in your car.
Oh, please don't drop me home. Because it's not my home, it's their home, and I'm welcome no more.
Aunque la música hable por ti. La gente viva por ti. La vida es sin ti.
jueves, 14 de agosto de 2014
Pressure
Te atravieso con la mirada, desde los pies a la cabeza. Cuando antes podía mirarte tratando de que tu presencia aquí encontrara la luz del cuarto.
Te mido, peso y juzgo. Y te encuentro culpable. Antes podía preguntarte, con sincero interés. Ahora te interrogo, encontrando en tus palabras la confirmación oculta de mis ideas preconcebidas.
Te culpo entonces por cada uno de tus pasos errados. Hace no mucho podía mostrar empatía, comprender el tamaño de las piedras en el camino, buscarte unos zapatos nuevos. Ahora solo oigo tus excusas, tus explicaciones banales que culpan de la caída a cualquier otro que pasara por allí, cuando sé que ni el camino más limpio ni las mejores zapatillas habrían evitado que te lanzaras al vacío.
Te di la oportunidad de ser quien aparta las piedras y escoge su calzado. Pero desde que no puedo vigilar tus pasos, el camino que vas trazando no es el correcto. Te equivocas, no existes de acuerdo a lo esperado. Después de tanto esfuerzo, solo a ti se te ocurre no encajar en el molde que se fabricó. Imagino que esperabas que se formara teniendo en cuenta tus medidas, para no esforzarte en cambiarlas de modo que fuera para ti.
Podías escoger. Y lo has hecho mal.
Te culpo entonces por cada uno de tus pasos errados. Hace no mucho podía mostrar empatía, comprender el tamaño de las piedras en el camino, buscarte unos zapatos nuevos. Ahora solo oigo tus excusas, tus explicaciones banales que culpan de la caída a cualquier otro que pasara por allí, cuando sé que ni el camino más limpio ni las mejores zapatillas habrían evitado que te lanzaras al vacío.
Te di la oportunidad de ser quien aparta las piedras y escoge su calzado. Pero desde que no puedo vigilar tus pasos, el camino que vas trazando no es el correcto. Te equivocas, no existes de acuerdo a lo esperado. Después de tanto esfuerzo, solo a ti se te ocurre no encajar en el molde que se fabricó. Imagino que esperabas que se formara teniendo en cuenta tus medidas, para no esforzarte en cambiarlas de modo que fuera para ti.
Podías escoger. Y lo has hecho mal.
Hay presión en mis ojos, y en mis palabras. La sientes. Vas a tener que actuar con el peso de las consecuencias pero sin la libertad para asumirlas. Porque estoy yo, para cargarlas poco a poco, sin dejar de recordarte que soy yo quien las sujeta. Porque aunque creas que tú escoges la meta soy yo quien mide tu velocidad, día tras día.
No es fácil tampoco para mí, yo también la siento.
Presión, porque estás aquí y no sabemos qué hacer contigo.
Presión, porque estás aquí y no sabemos qué hacer contigo.
martes, 12 de agosto de 2014
Guardia Vieja
Quizá no desee vivir muchos años, pero sí vivir mucho. Deseo que la vejez me sorprenda siendo un millón de instantes inolvidables. Deseo que cuando vea a la muerte tan cerca que pueda preguntarle por Liesel en un susurro, ella me vea a mi llena de vida que ha sucedido.
Si algo me aterroriza no es la muerte, sino ser una de esas personas que han vivido para verse, en la vejez, como noticieros de la vida de los demás. Esos ancianos que cuentan como propias las historias que otros les relatan, como si hubiesen estado en los escenarios que describen. No son ni siquiera espectadores de otras vidas, sino que reciben experiencias de tercera mano, que cargan de lo que ellos creen que podría haber sucedido, de detalles inventados, porque han perdido el valor de desarrollar sus propias historias.
Existen una probabilidad bastante alta de que olvide cómo viví, y cuánto temía convertirme en un espectador pasivo y un transmisor poco fiable de otras historias. Sin embargo, tengo la firme esperanza de que incluso sin recordar mi nombre, siga teniendo ansias por descubrir cuál es. Y olvidarlo mil veces para volver a preguntar, buscar y luchar por saberlo de nuevo, y en el trayecto vivir más. No quedarme parada, continuar. Ser siempre parte de la acción, y de la vida.
Si algo me aterroriza no es la muerte, sino ser una de esas personas que han vivido para verse, en la vejez, como noticieros de la vida de los demás. Esos ancianos que cuentan como propias las historias que otros les relatan, como si hubiesen estado en los escenarios que describen. No son ni siquiera espectadores de otras vidas, sino que reciben experiencias de tercera mano, que cargan de lo que ellos creen que podría haber sucedido, de detalles inventados, porque han perdido el valor de desarrollar sus propias historias.
Existen una probabilidad bastante alta de que olvide cómo viví, y cuánto temía convertirme en un espectador pasivo y un transmisor poco fiable de otras historias. Sin embargo, tengo la firme esperanza de que incluso sin recordar mi nombre, siga teniendo ansias por descubrir cuál es. Y olvidarlo mil veces para volver a preguntar, buscar y luchar por saberlo de nuevo, y en el trayecto vivir más. No quedarme parada, continuar. Ser siempre parte de la acción, y de la vida.
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