viernes, 17 de octubre de 2014

Street Harassment

Hoy he ido a la universidad, como cualquier otro día. Me he vestido como he decidido que pegaba a un día como hoy, que es solo otro día. Y he subido en el bus casi como cualquier otro día, porque hoy era día de lluvia. Y por segunda vez esta semana, he tenido que soportar la agresión en la calle, que se ha dado como cualquier otro día. Mientras cruzaba por un paso de cebra, el coche que esperaba con el semáforo en rojo ha pitado y simulado acelerar. Sus tres ocupantes han bajado las ventanillas con el objetivo de comentar mi cuerpo, mi ropa, mi forma de andar y de actuar, y en definitiva, la manera en que ocupo espacio en este planeta.

Hace unos días me pasó algo similar, de vuelta a casa, de noche y sin coches de por medio. Entonces seguí caminando, intentando mantener la barbilla alta, los pasos firmes y la mirada al frente, sin acelerar el ritmo, haciéndoles creer que no podían afectarme ni enfurecerme, que no tenían poder sobre mí. Pero lo tenían, porque yo ya llevaba las manos apretadas y contaba los pasos hasta mi casa. Y lo que ellos vieron fue el objeto de sus comentarios seguir adelante, como si esos comentarios no fuesen nada extraordinario. Como si no pasara nada.
Hoy, sin embargo, he decidido que sí que pasa. Que no puedo aceptar como parte de mi rutina convertirme en un escaparate. Que las calles son tan mías como de cualquier otro, y no hay hora del día ni lugar por el que deba pensarme dos veces si camino, porque soy una mujer.
He girado sobre mis talones y he contestado a las ventanillas abiertas. No necesito tu opinión sobre mi cuerpo. Y de ellas ha salido algo como “solo era un piropo niña, no seas sosa”. Pero a mí no me parece solo un piropo y aunque lo fuera, no me da la gana aceptarlo. No puedo hacer como que es lo normal, que comentar es lo que tú debes hacer, y aceptar lo que debo hacer yo.

No es un piropo, es una forma de demostrar que estás por encima de mí, que tienes derecho a opinar como si yo hubiese sido concebida para ser expuesta. Mi existencia no está ahí para que tú puedas juzgarla, y yo no tengo por qué soportar que lo hagas. Y dirían ellos, si pudieran ver las palabras que les dedico, que no hay nada de machismo por medio, que a ellos no les molestaría estar en mi situación. Pues si es un problema que tú, como hombre, no tienes con las mujeres, quizá sí sea machismo. Porque no estamos entre iguales, porque si no hubiese sido desde un coche que iba a tener que avanzar en segundos yo no habría podido contestar sin miedo.
Porque no es un piropo. Es la manera de arrebatarme el poder, de tratar de convencerme de que las calles no son tan mías como de cualquier otro. Y eso no voy a aceptarlo hoy, que quizá no sea del todo un día como cualquier otro.
Streets are ours. Not ours too.

Y para quitarle algo de hierro al asunto, y sobrevivir a cada semana sin morir de ira: 10 cosas que los acosadores nunca dicen

martes, 26 de agosto de 2014

To all the boys I've ever loved.

Te recuerdo, seguro. Pero no lo hago a menudo.
Si tú lo haces alguna vez, recuerda a la persona que era antes de que me cambiaras. Antes de quererte, o de creer que me querías. Recuerdame antes de quererme, si lo hiciste. O cuando supiste que lo hacías.
Si fueron muchos o pocos los segundos que pensé en ti, desde que no lo hago eso ya no importa. Mi percepción de la intensidad y el tiempo en que te quise son distintos ahora que ya no lo hago.
Sé que hubo un comienzo. Siempre es el comienzo lo más sencillo de pensar. Imagino a la casualidad jugando conmigo, cogiéndome de la cabeza como a un pequeño muñeco en una reproducción en miniatura de la realidad, y dejándome sin pensar en medio de tu camino. Seguramente fue así. O quizá fuiste tú quien se interpuso en el mío, tapando las señales que me llevarían a cualquier otra parte.
Deberías saber que no fue por ti que te quise. Fue por mí. Porque lo que fuera que te gustaba de mí coincidió con lo que sea que me gusta de mí. Mi curiosidad fue la principal causante de que al final, sí que fuera por ti. 
Y de nuevo fui yo el motivo para dejar de quererte. Si tú lo hiciste primero, me alegro de que pudieras dejar que yo me diese cuenta después. Si acaso sin saberlo fue cosa mía, estabas haciendo desaparecer esas cosas que te gustaban de mí. Y tarde o temprano tú tampoco me querrías. Así que por esto último, acepto tus disculpas, y fue un placer librarte del error.
Me alegro de no haberte conocido lo suficiente, y de que no sepas cómo te quería, si acaso alguna vez sospechaste que lo hacía. Ojalá te hubieras convertido en otra persona cuando dejé de quererte, y yo no tuviera la certeza de que sigues existiendo pero ya no estás siendo quien tiene una hueco reservado en mí. Porque es incómodo pensar que un pedacito de mi corazón es de un extraño. Es como caminar con las pantuflas de otro en tu sala de estar.
A todos los chicos que quise, sabed que ya no lo hago. Pero hay un momento en el tiempo en el que siempre lo haré, aunque prometo que no es a propósito.

domingo, 24 de agosto de 2014

Let's not.

Y pienso que no hay una manera de explicarte a ti mismo. No hay una carta de presentación, esquemática. Yo no la tengo, y ni siquiera me quiero presentar. Si la única forma de hacer que me sienta bien es pensar que si me conociera hoy mismo al menos a mí yo me caería bien, entonces no hay una forma. No existe universo en el que aceptara de mi parte una tarjeta de presentación.
A los quince años te dicen que lo que tienes delante es tiempo. Sin esfuerzo, él dejará en donde tengas que estar, formará tu tú. A los 21 no hay tú que valga, o al menos yo no tengo un yo. Lo que realmente sucedería esta noche es que me cruzaría con una nebulosa casi transparente, una masa cambiante e indecisa que no solo no querría conocer sino que realmente no podría. Porque no es.
Si todo lo que sé que mi yo quiere hacer para ser está en este universo, es difícil entender por qué no está formando ya parte de esa masa que ni siquiera me va a decir hola. 
Si está ahí, qué pasa con el tiempo que pierdo sin saber si existo. Por qué salgo sin querer hacerlo, por qué ocupo este espacio y no otro, por qué no estoy creando ni tampoco mirando.
Todo lo que soy es un montón rancio de "si pudiera" y no hay nada de lo que quiero haciéndose realidad. No he elegido mi lugar, mi ocupación, ni mi compañía. Echo en falta en esta cantidad de medios y de gente que como yo no duerme y necesita de algún modo compartir y expresar sus pensamientos para que tengan orden, alguna persona que explique con más claridad qué se hace, y qué se siente, en los años perdidos. Esos en los que el tiempo ya debería haberte convertido en algo, pero aun tienes que esperarlo para que termine su función. Y sobre todo, qué hacer para que la lleve a cabo de una vez por todas.

jueves, 21 de agosto de 2014

Una luz.

Take me out tonight where there's music and there's people and they're young and alive. 

Driving in your car, I never never want to go home... because I haven't got one anymore. 
Take me out tonight because I want to see people and I want to see life. Driving in your car. 
Oh, please don't drop me home. Because it's not my home, it's their home, and I'm welcome no more.





Pero allí donde hay música y hay gente y hay vida, allí no te puedes quedar. 
Aunque la música hable por ti. La gente viva por ti. La vida es sin ti.

jueves, 14 de agosto de 2014

Pressure

Te atravieso con la mirada, desde los pies a la cabeza. Cuando antes podía mirarte tratando de que tu presencia aquí encontrara la luz del cuarto.
Te mido, peso y juzgo. Y te encuentro culpable. Antes podía preguntarte, con sincero interés. Ahora te interrogo, encontrando en tus palabras la confirmación oculta de mis ideas preconcebidas.
Te culpo entonces por cada uno de tus pasos errados. Hace no mucho podía mostrar empatía, comprender el tamaño de las piedras en el camino, buscarte unos zapatos nuevos. Ahora solo oigo tus excusas, tus explicaciones banales que culpan de la caída a cualquier otro que pasara por allí, cuando sé que ni el camino más limpio ni las mejores zapatillas habrían evitado que te lanzaras al vacío.
Te di la oportunidad de ser quien aparta las piedras y escoge su calzado. Pero desde que no puedo vigilar tus pasos, el camino que vas trazando no es el correcto. Te equivocas, no existes de acuerdo a lo esperado. Después de tanto esfuerzo, solo a ti se te ocurre no encajar en el molde que se fabricó. Imagino que esperabas que se formara teniendo en cuenta tus medidas, para no esforzarte en cambiarlas de modo que fuera para ti.
Podías escoger. Y lo has hecho mal.
Hay presión en mis ojos, y en mis palabras. La sientes. Vas a tener que actuar con el peso de las consecuencias pero sin la libertad para asumirlas. Porque estoy yo, para cargarlas poco a poco, sin dejar de recordarte que soy yo quien las sujeta. Porque aunque creas que tú escoges la meta soy yo quien mide tu velocidad, día tras día.

No es fácil tampoco para mí, yo también la siento.
Presión, porque estás aquí y no sabemos qué hacer contigo.

martes, 12 de agosto de 2014

Guardia Vieja

Quizá no desee vivir muchos años, pero sí vivir mucho. Deseo que la vejez me sorprenda siendo un millón de instantes inolvidables. Deseo que cuando vea a la muerte tan cerca que pueda preguntarle por Liesel en un susurro, ella me vea a mi llena de vida que ha sucedido.
Si algo me aterroriza no es la muerte, sino ser una de esas personas que han vivido para verse, en la vejez, como noticieros de la vida de los demás. Esos ancianos que cuentan como propias las historias que otros les relatan, como si hubiesen estado en los escenarios que describen. No son ni siquiera espectadores de otras vidas, sino que reciben experiencias de tercera mano, que cargan de lo que ellos creen que podría haber sucedido, de detalles inventados, porque han perdido el valor de desarrollar sus propias historias.
Existen una probabilidad bastante alta de que olvide cómo viví, y cuánto temía convertirme en un espectador pasivo y un transmisor poco fiable de otras historias. Sin embargo, tengo la firme esperanza de que incluso sin recordar mi nombre, siga teniendo ansias por descubrir cuál es. Y olvidarlo mil veces para volver a preguntar, buscar y luchar por saberlo de nuevo, y en el trayecto vivir más. No quedarme parada, continuar. Ser siempre parte de la acción, y de la vida.

miércoles, 6 de agosto de 2014

You is smart, you is kiiiind, you is important.

Cien entradas en este blog. Y le empiezan a pesar los años, al pobre. Pero creo que he conseguido limpiarlo de la energía negativa que había acumulado, y ahora me cae realmente bien.
Una forma de explicar de forma sencilla cómo veo a este pequeño montón de datos perdidos en la red es el título de la entrada. Un pedacito del libro y película Criadas y señoras, que podéis ver si no sabéis de que hablo.
No quiero reflexionar sobre cómo pasa el tiempo, y cuánto me ha ayudado escribir, y toda la mierda que suelo soltar.
Solo quiero parar, tomarme un momento para tomar aire, y ver hasta dónde he llegado.
Y por supuesto, acompañarlo de banda sonora.

You're the reason I'm traveling on... Don't think twice, it's all right.

It ain't no use in turning on your light babe, that light I never knowed. 
And it ain't no use in turning on your light, babe, I'm on the dark side of the road.
But I wish there was something you would do or say to try and make me change my mind and stay... we never did too much talking anyway. 
Don't think twice it's all right. 


lunes, 21 de julio de 2014

Realidad a los sueños

-La buena influencia no existe, señor Gray. Cualquier tipo de influencia es inmoral..., inmoral desde un punto de vista científico.
-¿Por qué?

-Porque influir en una persona es entregarle el alma. Esa persona ya no piensa de una forma natural, ni arde con una pasión natural. Sus virtudes no son reales. Sus pecados, si es que existe algo semejante, son un préstamo. Se convierte en el eco de la música de otro, en actor de un papel que no se ha escrito pensando en él. Nuestro objetivo en la vida es desarrollarnos. Cada uno de nosotros debe realizar su propia naturaleza perfectamente; para eso estamos aquí. 
Hoy en día, las personas se tienen miedo a sí mismas. Han olvidado el más alto de los deberes, el deber consigo mismo. Por supuesto que las personas son caritativas. Alimentan al hambriento y dan abrigo al mendigo. Pero sus propias almas se mueren de hambre y están desnudas. Nuestra raza se ha quedado sin valor. Quizá nunca lo tuvimos. [...] Y aun así, estoy convencido de que, si un hombre pudiera vivir su vida de una forma intensa y completa, dando forma a todos sus sentimientos, expresión a todos sus pensamientos, realidad a todos sus sueños... creo que el mundo recibiría tal inyección de alegría que olvidaríamos todas las maldades del medievo y volveríamos al ideal helénico, o incluso a algo superior, más rico que el ideal helénico. Pero el más valioso de nuestros hombre siente miedo de sí mismo.  

Oscar Wilde - El retraro de Dorian Gray

sábado, 19 de julio de 2014

A fuego lento

Te miro, y no entiendo por qué lo hago. Te sigo, como si todo el desconcierto que produces fuera sed, y solo tú pudieras calmarla. Me muevo hacia cualquier dirección, buscándote sin darme cuenta. Porque mirarte es la forma que tiene mi cuerpo de dar una orden, de marcar la dirección, y el destino eres tú. De todas partes sales tú, o quizá es que siempre me dirijo allí donde puedo mirarte. Y cuando lo hago, haces que mi mente se colapse, sin saber qué quiere y sin entender qué provoca el fallo en el sistema. Y solo puedo dar por cierto que te estoy mirando, y que no sé por qué lo hago.
Pero te miro. Y cuando tú me miras, mi cuerpo se convierte en un relámpago lleno de electricidad, buscando desesperadamente tocar tierra. Y cuando dejas de mirarme, toda la tierra del mundo me pesa bajo los pies.
Lo mejor de este paisaje, me dijiste, lo mejor del mar, es que cuando sale el sol puedo ver tus ojos reflejados allí. Dicho por cualquier otra persona habría sonado estúpido e irreal, pero sé que clavas tu mirada en mis ojos como yo lo hago. Así que me lo creí, y culpé a mis ojos de esta tortura. Los culpables de que no pueda existir con todas mis partículas cuando estoy cerca de ti, porque te miran, y cada minuto que paso mirándote más partes de mí se van desprendiendo en tu dirección. Mis ojos, que hicieron que tú me miraras a mí, metiéndonos a ambos en este juego absurdo, que hace que me arda la piel. Que me convierte en una masa electrificada incapaz de soportar la sobrecarga.
Te rozo la mano al pasar por delante de ti, y me guiñas un ojo. Y ahí acaba todo, porque la pasión cuando se desata, con el fuego ardiendo en llamas que alcancen el cielo... se escapa, se diluye demasiado. Y nunca más vuelve a concentrarse como para provocar tal energía.
Pero aún así, lo que yo más deseo es mirarte sin tener que dejar de hacerlo. Descargar en ti todas las veces que me ha consumido el fuego, convertirme contigo en ceniza y arrasarlo todo detrás de nosotros hasta que no quede nada. Ni de ti, ni de mí, ni de la electricidad.
Y después, morir cada vez que te vea, y ya no quiera mirarte.

lunes, 14 de julio de 2014

We're all mad here

Mi casa está tan llena de vida que se está volviendo loca. A las seis de la tarde en verano parece que ninguno de los cuatro vivimos aquí. Ni siquiera las dos perras y las dos tortugas se atreven a hacer ruido. Mi abuela se sienta al sol y se queja del calor que hace. Pues siéntate a la sombra, le digo. No niña, si a mí el sol nunca me ha hecho daño, estoy bien aquí. Pero ay, qué sol y qué calor.
Y un día tras otro, lo mismo. Pero distinto. Mi padre mira el huerto durante horas, y casi le ha puesto nombre a las lechugas que tiene. Puede decirte exactamente para cuándo estará maduro ese tomate, y se intenta asegurar de que no tenemos que tirar una sola berenjena, a pesar de que no se nos ocurren más formas de cocinarlas.
Mi madre estornuda que parece que va a tirar la casa abajo. Como si en el mundo no tuvieran suficientes huracanes. A la hora de la cena los chistes malos que hacemos mi padre y yo sobre su vestido puesto al revés, desquician a mi madre. Mañana os ponéis a la sombrita todo el día, que el calor os ha dejado tontos. Y mi padre se hace el sordo, y le dice a mi madre que deje de robarle su copa, que la suya es esa otra. Pero cuando se le ha acabado el vino, coge mi vaso de cocacola y me saca la lengua cuando lo devuelve vacío. Pero mírala, papá, dile algo. Y nadie sale en mi defensa, pero mi padre le pregunta a mi abuela si le gusta el café, que hoy se lo ha puesto con hielo. Sí, muy rico muy rico. Pero le gusta más así, o con leche templadita, pregunta mi padre. No, si el café esta muy rico, insiste ella. Pero le gusta más así o de la otra manera. Sí sí, me gusta mucho el café. Sí sí.
Y mi padre se ríe. Y mi madre se ríe, y como no se ha inventado una risa tan contagiosa, pues nos reímos todos. Estáis locos en esta familia, no os enteráis de nada, dice mi abuela.
Y va a ser verdad. Nos falta ponernos sombreros ridículos, porque el juego de las tazas lo vamos dominando. Estamos todos locos aquí. Y a los locos hay que tratarlos con cariño.
No hay un solo lugar en el mundo tan maravilloso como mi cocina. Incluso cuando aparece la leche guardada en el cajón, y el salero en la nevera. Vaya apaño de melonar, que diría mi padre.

domingo, 13 de julio de 2014

Cien años de soledad.

O las dos horas que voy a necesitar para pasar del realismo mágico al infierno de la realidad de un miserable domingo. O un verano de lectura imparable. O el renacimiento de mi admiración profunda hacia García Márquez. Llamad a este tiempo como queráis.
Os dejo un par de pedacitos de brillantez. Así de gratis.

El primero, sobre la que creo que es la más cruel de todos los personajes, que tiene el carácter perfectamente definido, y al final no le quedan ni ganas de seguir siendo mala.
"Su corazón de ceniza apelmazada, que había resistido sin quebrantos los golpes más certeros de la realidad cotidiana, se desmoronó a los primeros embates de la nostalgia. La necesidad de sentirse triste se le iba convirtiendo en un vicio a medida que la devastaban los años. Se humanizó en la soledad."

El segundo, realmente necesario. Es de las últimas páginas del libro, refiriéndose a un librero catalán que decide volver a Barcelona, y cada metro que avanza el barco más añora la tierra que deja atrás. Mientras acababa la novela, no podía dejar de sentirme identificada con él, y más que nada con este fragmento. Las ganas que tenía de acabar con tanta soledad y miseria, junto con la certeza de que iba a extrañarlas, con todo el universo que va con ellas.
"Aturdido por dos nostalgias enfrentadas como dos espejos, perdió su maravilloso sentido de la irrealidad, hasta que terminó por recomendarles a todos que se fueran de Macondo, que olvidaran cuanto él les había enseñado del mundo y del corazón humano, que se cagaran en Horacio, y que en cualquier lugar en que estuvieran recordaran siempre que el pasado era mentira, que la memoria no tenía caminos de regreso, que toda primavera antigua era irrecuperable, y que el amor más desatinado y tenaz era de todos modos una verdad efímera."

miércoles, 9 de julio de 2014

Where did the party go?

Me presento: soy esa persona que prefiere pasar el verano sola, leyendo y saliendo a correr con música en los oídos, para que nadie se ofrezca a acompañarla. Sin embargo, siento que no debería ser esa persona. Que es el momento de salir hasta que se haga de día, que tengo los amigos y la oportunidad. Todo listo para la fiesta. Todo, menos yo.
Y pienso, qué clase de historia digna de contar comienza conmigo sujetando una cerveza en medio de un centenar de personas sujetando su alcohol, deseando ligar, o pegarse con alguien, o más alcohol. Qué tipo de recuerdos tengo cuando llego a casa, con los pies destrozados y el vestido lleno de la bebida de otras personas (con las que he decidido no pegarme). Me lo paso bien, pero no me siento bien por ello. Me gusta bailar, pero salir así no significa bailar. Saltar, gritar, puede, si la orquesta es decente. Pero no sé por qué sigo empujándome a salir así. Por qué siento que está mal todo esto que pienso.
Me debería presentar de nuevo: soy esa persona que no sabe si es una sola persona. Creo que es bastante probable que esté engañando a todo el mundo y no sepa dejar de hacerlo.

jueves, 26 de junio de 2014

Young Volcanoes

Los días que marcas en el calendario no pueden estar siempre prediseñados. No te haces necesariamente mayor el día que cumples 18, ni te comprometes de verdad con una persona el día de tu boda.
Hoy es un martes de mayo cualquiera, sin marca en la agenda. Pero hoy ha sido el primero de muchos días en los que mi fracaso comienza a ser solo culpa mía. Y me siento extremadamente llena de responsabilidades. Y sobre todo, de libertad.
El conjunto de día-a-días que había acumulado, siguiendo unas reglas que yo nunca definí, han cerrado la puerta detrás de ellos. Toda su estructura se ha derrumbado, dejándome a mí sin un camino que seguir. Es decir, con todo el bosque para decidir por dónde quiero pasar. 
Roma está ardiendo y yo no pienso quedarme a convertirme en las cenizas. Hoy he crecido un poco, o me he dado cuenta de que ya lo había hecho. He hecho una muesca en el marco de la puerta. He vivido un poco más. Me siento llena de energía y de vida incontrolable, que se me escapa por las yemas de los dedos y el brillo de los ojos.Y tengo ganas de cantarme que soy una muchacha excelente. Así que esta es mi manera de hacerlo, aunque para cuando leáis esta entrada ya sea junio, y haya dejado de ser martes. Y el calendario diga que he cumplido 21 años.
No sé que pasará el 26 de junio y no quiero esperar para verlo, porque hoy ya está todo en ruinas. Y para entonces, habremos hecho de Roma una ciudad mil veces mejor, y solo será un día más en esa nueva ciudad.

When Rome's in ruins, we are the lions free of the coliseum. 
...It's all over now, before it has begun... and we've already won!
We are wild.
We are like young volcanoes.

jueves, 19 de junio de 2014

My songs know what you did in the dark

Las estrellas no me quieren dar respuesta, dijo. Tiene una pregunta para cada estrella, y las formula cada noche inútilmente. Quizá los astros no tengan las respuestas, o nadie las merezca. Quizá nadie pueda darlas. Pierde el tiempo buscando en el cielo nocturno la utilidad. Su belleza no está ahí para explicar nuestra vida, nunca estará a nuestro servicio. Y además yo creo que las preguntas importantes no se pueden responder o pierden su importancia.
Eso le contesté yo. Que vivamos. Intentemos que nuestras preguntas se calmen solas, hagamos de la vida nuestra respuesta. Se vendrán conmigo, las estrellas. A ellas les pica la curiosidad sobre mis preguntas, le dije. Ya ves, tú haces preguntas a las estrellas, y yo creo que somos sus respuestas. Somos nosotros los que tienen alguna utilidad para ellas. O puede que sólo seamos su fuente de incógnitas. En cualquier caso, sin nosotros se aburren.

Miss missing you

Unos meses atrás me di cuenta de que ya no me veo reflejada en los espejos. Me veo en los cristales de las tiendas, en las puertas del tren antes de abrirse, en las paredes metálicas del ascensor... Miro, y siempre está en el otro lado una persona que lleva tanta prisa que no me aguanta la mirada, y solo es capaz de concentrarse en cómo llevo el pelo o en cómo mis zapatillas parecen mucho más inapropiadamente verdes que cuando me las puse por la mañana.
Los espejos, sin embargo, han comenzado a aterrarme. Aparto la mirada y trato de evitar contacto visual con la persona que soy en esas superficies metálicas. No quiero creer que esa sea la forma en que todo el mundo me ve.
Sin embargo, al menos en esas otras superficies había algo que se reflejaba frente a mí, lo suficientemente difuso como para que me atreviera a mirar. Y me gustase o no, inspiraba cierta tranquilidad saber que dispones de un reflejo personal e intransferible, fiel a tu presencia. Al que te has acostumbrado.
Pero hoy, al buscarme en la ventanilla del autobús, no había nada. Con preocupación me he puesto la pantalla del móvil frente a los ojos, y solo podía ver el respaldo de mi asiento, y a la mujer sentada detrás de mí.
Durante una hora, en la que he olvidado mi destino y pasado de largo mi parada, he intentado comprender qué era lo que estaba sucediendo a mi alrededor. Creo que mi reflejo y yo, que tanto tiempo hemos pasado distanciándonos, hemos roto por fin nuestra relación.
Así que no tengo reflejo. Se ha debido marchar a buscarse a alguien que le preste más atención. Que le acepte como es.
Y yo me he quedado sola. Sin nada que me indique cómo me perciben los demás. Sin ninguna prueba de si estoy consiguiendo acercarme o no a la imagen de persona que trato de conseguir. Con el imnenso problema de ser totalmente independiente de mi aspecto y de lo que el resto del mundo pueda ver en él. Y sin saber qué hacer con tan gigantesca felicidad.

jueves, 5 de junio de 2014

The Phoenix

Hace tiempo que te conozco y no has dejado de asombrarme. Actúas de forma tan peculiar que es imposible no fijarse en ti, y sin embargo lo haces para pasar desapercibida. Intento conservar cada imagen que tengo de ti, y no dejas de hacer que desaparezcan.
Supuse que estabas huyendo en el momento en que te conocí, pero nunca imaginé que hubiera detrás de tu irrefrenable escape un motivo real. Parece que eres una persona maravillosa que pone todo su esfuerzo en convertirse en un ser humano normal y corriente. Como todos los demás. Solo que los demás se esfuerzan por parecer tan especiales como tú eres.
Hace cinco años escuché una historia en la que una chica se quedó atrapada, porque nunca me contaron el final. Por lo que yo sé, ella se quedó huyendo de sus captores y esquivando a sus asesinos por una carretera secundaria, dejando detrás una realidad que no comprendía y a alguien realmente especial que le salvó la vida. Mi amigo Dorian me contó esta historia. A su manera, desde su peculiar encierro en su mente. A él le conozco desde que su tía murió. Acudí a su casa después del accidente para encontrarle sentado a su lado, balanceándose y murmurando, con los cristales de un jarrón que parecía ser el arma homicida clavados en sus manos. Todo el mundo asumió que había sido él, ya que a veces los jóvenes autistas pueden ser impredecibles e irascibles. Sin embargo, desde el momento en que llegué a la casa supe que no había podido ser él, y que su mente no era tan inalcanzable como muchos se creían.
Pero tú ya debes saber eso, ¿verdad?. Unos días atrás recordé esta historia y pensé que quizá no me la tomé en serio cuando me la contaron. Quizá esa chica que huyó existía de verdad, y ha pasado los últimos cinco años huyendo. Quizá salió de aquella casa con el resto de cristales de aquel jarrón. Y quizá se encontró conmigo tiempo después, mientras buscaba a su salvador para agradecérselo, y no pudo pasar desapercibida. Pero volvió a huir y yo decidí escribirle una carta.
No sé por qué siento la necesidad de hacerte saber que conozco la verdad, cuando este hecho te hará sentir incómoda y vulnerable. Pero entiendo que es un secreto, y no puedo contárselo a nadie más, y creo que soy la única persona que no tiene intención de hacerte seguir huyendo ni temer por tu vida. Solo quiero que sepas que toda una vida escapando acabará contigo. Quizá sigas viviendo pero no vas a volver a ser tú, está acabando con todo lo que te hace especial. Quien fuera que te perseguía ha conseguido su objetivo, te está arrebatando tu vida.


Cinco años atrás creía tener algo que contar: Nunca estuve aquí.

miércoles, 14 de mayo de 2014

The Mighty Fall

Si la mente gobierna sobre la persona, siento que no estamos en buenas manos. La mente se colapsa, crea realidades que no se ajustan al mundo en el que vivimos. La mente caduca.
Hoy fue uno de esos días de envejecer de repente, asumiendo responsabilidades y conflictos. La presión y la confrontación con cualquier persona hace que mi mente deje de funcionar. Incluso cuando en una conversación una persona que considero cuerda alza la voz, o añade más pasión de la que yo espero a un argumento, mi mente colapsa. Dejo de tener ideas válidas que defender y me convierto en un ser tembloroso deseante de que todo eso acabe. Mi mente, reinante en el imperio de quien soy, cae. Y entonces se produce la anarquía que me anula. Cuando más necesito de todo lo que tengo para defenderme, mis tropas abandonan y me quedo sola, buscando la fuerza para hablar sin que esta aparezca.
Cuando desperté años más joven esta mañana, creía en las mentes. Hace unos años incluso habría vendido mi reino por ellas. No me habría visto envuelta en el conflicto con seres queridos si mis creencias hubieran tenido algún fundamento. Pero no lo tenían, y una mente con una realidad alternativa ha aplastado a mi mente, real pero débil. Y otra mente que ha pasado demasiado tiempo en funcionamiento no me reconoce.
Las mentes me arrebatan a las personas que quiero. Y la mía ha echado tantas arrugas que ni siquiera puedo enfadarme. Pero me duele como le duele a las personas mayores la vida que se ha ido.

Siento que la existencia debería dejar de ser continua. Me haría inmensamente feliz poder pausar la vida mientras el tiempo sigue corriendo, sin que las mentes se vieran afectadas por él.

miércoles, 7 de mayo de 2014

Diré buenas noches hasta que amanezca.

En el amor todo quiere ser superlativo. Siempre es todo o nada, y parece que siempre es necesario un "siempre".
No parecen tener cabida las medias tintas. Romeo y Julieta creen que se gustan y eso, van a salir juntos a ver qué tal. Se cogen cariño pero también discuten de vez en cuando. Que están bien juntos pero nada serio de momento. Ah, que no matarían el uno por el otro. Ah. Pues entonces no.
La adrenalina no permite determinados razonamientos mediocres. Cuando hay amor, desgraciado o feliz, lo es hasta el extremo. Y hasta el fin, o del amor o de la persona. No puede ser que no sea nada serio, y cuando sucede, es como que... no parece amor, y se acaba. Porque, para qué añadir mediocridad a la vida.
La idea es que no te quedes con alguien si tu vida se va a mantener exactamente igual. No te quedes con alguien que no pueda hacerte, de vez en cuando, vibrar de alegría. No te quedes con alguien que no tenga la capacidad de hacerte sufrir.
El amor es eso que convierte a quienes lo sienten en protagonistas. Hechos para cambiar el destino del otro, aunque no se queden para verlo.

Good night, good night! 
Parting is such sweet sorrow that I shall say good night
till it be morrow

martes, 6 de mayo de 2014

Death Valley

Una barrera en el tiempo se levanta a escasos metros de mi casa. Una débil reja y los espesos arbustos que han crecido sobre ella definen el límite visible entre mi hogar y un barrio fantasma.
A Shira le gusta pasear por allí, aunque yo no puedo seguir el ritmo de sus cuatro patas saltando sobre los escombros y hierbajos que hay. En el barrio fantasma solo compiten con los éstos los gatos, que han encontrado su lugar, aprovechando de cuando en cuando el maravilloso espectáculo que supone mi perra tratando de alcanzarles.
Lo que iba a convertirse en una piscina para un grupo de veinte chalets adosados es ahora un pedazo de tierra vacío. La promesa de montones de veranos que no llegan. Los chalets dirigen sus ventanas de cristales rotos y rejas oxidadas hacia ese lugar lugar, desde donde ahora los miro. Solo dos de ellos tienen completa la fachada; tres pisos pequeños de ladrillo y uno en la base decorado con piedra gris. Los demás se extienden a lo largo de un camino superpoblado por las plantas, que están ahora más altas que nunca, como si se irguieran por orgullo, reclamando su lugar.
Al darme la vuelta puedo ver la ventana de mi habitación, y la terraza. Todo lo que podría verse desde mi casa queda empañado por un barrio lleno, de todo menos de personas. Hay sacos de yeso y cajas llenas de azulejos esperando su lugar, y herramientas abandonadas en mitad de su misión. Como si todo el mundo hubiera salido de allí huyendo a media jornada. Y cada día miro hacia aquí, desde donde ahora me devuelvo la mirada, y no comprendo de qué podían estar huyendo tantas personas. Ahora que está anocheciendo y ellos no están, este barrio sin luz, sin caminos y sin vida definitivamente parece un sitio del que huir. De día, sin embargo, no tiene pinta de merecer haber sido abandonado de esta manera. De día yo solo veo parejas y familias imaginarias con sus maletas, al otro lado de la verja y las plantas, esperando que les abran la puerta. Gente que puso su dinero en un banco y sus esperanzas en un terreno que ahora les han robado los gatos. Vecinos que no tengo, farolas que no existen, y gente a la que no puedo culpar de taparme las vistas.
A unos metros de mi casa hay un barrio que existe en otro tiempo, pero no ahora. Un barrio fantasma del que yo soy, desde mi ventana, la principal habitante.

domingo, 20 de abril de 2014

Just One Yesterday

Hacía horas que había anochecido a un lado del mundo, mientras que en el otro quedaban unos minutos para el amanecer. Él estaba en el lado en el que aún le quedaba por delante gran parte de la noche, pero no conseguía dormir. Se imaginaba cómo estaría ella. Seguramente su pelo ocuparía media almohada mientras aprovechaba sus últimos minutos de sueño antes de que sonara el despertador. No dejaba de preguntarse si se habría paseado aquella noche por alguno de sus sueños, y si cuando él consiguiera dormirse, ella le visitaría a él en los suyos. Seguramente soñar con él arruinaría el humor de la joven para todo el día, y eso lo alegraba y lo deprimía a partes iguales. Nada le dolía tanto como hacerla sufrir, pero al recordar todas sus disputas, su sufrimiento parecía ser el único consuelo que podría obtener.
Unos años atrás se despertaba todas las noches de alguna pesadilla, y se alegraba de que su pelo negro le estuviera robando espacio en la cama, porque eso significaba que ella estaba cerca. Este pensamiento no estaba dividido, solo podía entristecerle. Recordó también la primera vez que le llamó Morena, y su risa contenida, y cómo se mordía el labio inferior tratando de decidir si quería besarlo o abofetearlo. Estaba corriendo detrás de ella porque se negaba a darle las llaves del coche. Corrieron en círculos alrededor de este, hasta que se encontraron agotados, mirándose de frente a través de las ventanillas. Apenas llevaban unos meses saliendo, y le dijo que iba a a acabar con él, morena. Desde entonces la llamaba así para conseguir ese gesto suyo. Sabía que le molestaba ser llamada de cualquier manera que no fuera su nombre, pero también que no podía resistirse a reír cuando él lo decía. 
En los últimos días de relación trató de llamarla así un par de veces, pero no había ningún tipo de reacción. No se enfadaba ni siquiera. Pero cuando se despidieron, él la beso en la mejila y susurró "Suerte, morena" y consiguió una sonrisa de medio lado. 
Mientras salía el sol en el otro lado del mundo, sonó un teléfono. Ella se incorporó pensando que era la alarma, pero esta saltó unos segundos más tarde. Lo que la había despertado era un mensaje, con una sola palabra en su interior. No supo cómo reaccionar ante aquello. Sonrió, y su sonrisa fue torciéndose mientras apretaba los labios, sintiendo las lágrimas acumulándose en sus ojos. Y deseó que fuera de noche y estar en otro lugar. En otro momento.

martes, 15 de abril de 2014

Alone together.

Me encanta mirarte cuando estás cerca, y me gustaría culparte de cada uno de mis problemas cuando estás lejos. Estaría dispuesta a gritarte a través de un megáfono cuánto te odio, pero se le acabaría la pila cuando te acercaras a escucharme. No sé cómo hemos llegado al punto en el que te dejaría coger mi voz y calmarla porque no necesito gritar. Ni hablar siquiera.
Escupo todos mis pensamientos -como ahora, como si estuviera sola- cuando estoy contigo, sin que me preocupe ser malinterpretada o juzgada. Estoy tan cómoda sola como contigo. Y no sé cómo de bueno es eso, cuando apenas me aguanto.
No sé cómo hemos podido estar tan cerca viniendo de lugares tan lejanos. Ni siquiera estoy segura de si seguirán estando cerca los lugares a los que vamos, pero trato de continuar caminando a tu lado.
Me duele tanto la cabeza que hasta olvido por momentos cuánto me duele la tripa. Me gustaría estallar en mil pedazos que lo dejaran todo sucio, y contemplarlo desde el infinito como unos fuegos artificiales invertidos.
Tú estarías durmiendo, como casi siempre. Y el estallido sería tan fuerte que tendrías que despertarte, y quizá no podrías dormir en varios días. Pero a mí ya no me dolería nada. Ni siquiera tu forma de dormir.
Me equivoco cuando te odio, y cuando trato de remediarlo, queriéndote. Me equivoco cada vez que hablo pero tú lo haces cada vez que te callas. Y el problema no es que te equivoques, el problema es que te quiero.
Y el problema no es que te odie. El problema es que me quieres. Y lo peor, es que la solución a todos los problemas está en que te quiero, y en que me quieres. Y como diría Kutxi, sobra todo lo que viene después.

miércoles, 9 de abril de 2014

Ask the dust.

No conocí a mi abuelo, pero me han hablado tanto de él que su presencia física no es necesaria para afirmar que le conozco. Si nos encontramos en la muerte tendremos una conversación amena, de viejos amigos. Ni siquiera habrá presentaciones, de eso estoy segura. Un abrazo. Uno fuerte. Eso será nuestro saludo.
Es posible que conozca a mi abuelo incluso mejor que aquellos que me cuentan sus historias. Él y yo somos prácticamente la misma persona. El punto diferente de la familia. El silencioso y observador.
Mi abuelo era maestro de vocación y profesión, y yo nací para ser estudiante. Cuando tenía 10 años decidí dejar de hablar, pero no pude lograrlo durante mucho tiempo porque tenía demasiadas preguntas. Mamá es maestra también. Suele responder cuando pregunto si es que se concentra lo suficiente en esa idea. Son maravillosos los maestros. Alimentan a la gente como yo.
Aquí, sin embargo, no queda uno solo. Los educadores se han extinguido y estamos todos condenados a la vida vacía de la ignorancia o a aprender por cuenta propia. Pero a nadie le preocupa en medio de una guerra. Excepto a mí, y a mis preguntas.
La primera de ellas lleva rondándome varios meses. Desde que comenzaron los bombardeos. No entiendo de qué manera se caen las casas. ¿Cómo lo hacen? Algunos muros quedan intactos. No se mueven ni los cuadros, ni las estanterías. Nada. Y otros sin embargo desaparecen.. No acaban en el suelo en pedazos, sencillamente se esfuman. No queda ni rastro. La panadería de la que mi abuela siempre se quejaba porque el pan estaba crudo mantuvo, tras una bomba, todas sus paredes. Y el techo. Pero la entrada desapareció. Solo quedaba polvo en su lugar.
Yo creo que fue una forma de que el universo regalase pan a todo el vecindario, aunque ciertamente no era necesario que la panadera estuviera cruzando el umbral de la puerta cuando este se derrumbó. Le quitó mucha poética a todo el asunto y nos hizo llorar a casi todos. Era una mujer muy guapa. Mayor, pero aun muy elegante y correcta. Estaba ahí desde siempre, y aunque no se hacía querer, nos recordaba a todos los tiempos pasados. Mejores. Cuando tu existencia el día de mañana estaba asegurado. Ella era una constante, y cuando se murió a nadie le cabía duda de que esta dichosa guerra sería irreversible.
En casa cayó un rayo, no una bomba. Provocó un incendio que vio su mejor aliado en la colección de tickets de compra y papeles inservibles de mi abuela. Arrasó con todo. Lo único que siento es que todas las cartas que escribí a mi abuelo durante años ardieran también. Mi abuela no lo sintió en absoluto. No siente nada. Ni siquiera cuando se ríe. Yo creo que cuando se es mayor y malo, sentir es aburrido. Una carga. Como si se robara protagonismo al resto de personas que aun quieren sentir algo. Si mi abuelo viviera, ella sentiría. Estoy segura. Lo habría puesto todo en orden. Y quizá también encontraría una respuesta fiable al tema de las paredes que desaparecen.
No sé bien qué hago aquí, escribiendo. Creo que no podría hacer ninguna otra cosa. Tengo 20 años y me siento vieja, pero con demasiados sentimientos. Una de esas abuelitas a las que apenas se les puede mencionar ningún tema sin que se echen a llorar, y al final solo consiguen silencio a su alrededor y el sonido de las agujas de tejer. Cuando sea realmente vieja, estaría bien ser así. Necesitaré silencio para compensar el ruido al que están sometidas mis ideas.
La calle hierve a todas horas y mis oídos suenan por sí solos con palabras que parecen emitidas a veces por mi voz, a veces por la de mi abuelo. O la forma en que me la he imaginado, que seguramente siga siendo mi propia voz.
Me siento como si no hubiese sitio en mí para más recuerdos, como si hubiera vivido cien años. Y no sé si alegrarme de que no sea así. Quizá los muros que se esfuman sencillamente no puedan aguantar más el peso del papel pintado y el tacto de las manos del obrero que lo colocó allí. Y por eso se esfuman. Derruidos tendrían que mantener el mismo peso y prefieren ser polvo. Acabar. No tener más historia. Ser lineales, con principio y fin. Le haré estas preguntas al próximo maestro que me encuentre.

martes, 11 de marzo de 2014

Memoria intermitente

Hoy es martes y voy a clase en autobús. Hace diez años me llevaba mi padre andando al colegio, era el rato más grande que pasábamos juntos porque llegaba muy tarde de trabajar. Por la mañana yo me dormía desayunando con la cabeza apoyada en la pared de la cocina mientras mi padre me hablaba tratando de mantenerme despierta. Después solo solía haber silencio. Yo vistiéndome y preparando los libros, mi padre callado sentado en el salón, ordenando sus pensamientos con la mirada en el infinito.
Pero un día fue diferente. Jueves.
Estaba la televisión encendida, rompiendo el silencio que tranquilizaba mis mañanas. Las noticias decían lo mismo en todos los canales, y habían sustituido a los programas infantiles. Mi madre había llamado desde el trabajo, de camino había escuchado una noticia muy rara en la radio. La información no era clara entonces y nadie sabía qué había pasado, pero todo el mundo preguntaba.
Un atentado en Atocha. O en el Pozo, o en Vallecas. Bombas en los trenes, eso seguro. Y muchas víctimas, era algo muy grande. Recuerdo la tensión, el par de profesores que no habían podido llegar a mi colegio porque las vías estaban cortadas, mi mejor amiga con un ataque de pánico porque su madre iba al trabajo en tren. No era el mismo tren, pero no sabíamos nada. La mayoría de mis amigos de entonces pueden recordar con claridad qué estaban haciendo ese día, cómo sintieron el miedo que cada periodista transmitía en la tele, o que cada profesor callaba cuando le preguntábamos. Pero eso fue en el este de Madrid, y yo tenía diez años y era fácil que algo así se me quedase en la memoria. Hoy le pregunté a mis compañeros de clase, de Madrid también, si sabían de algún acto conmemorativo. ¿Por qué? Si eso solo lo hicieron los primeros años, ya no tiene sentido, me han dicho. "¿Por qué te preocupa tanto, conocías a alguien?" "Es que eso está muy politizado para recordarlo" Cuando preguntaba a mis compañeros en Ávila la implicación se reducía de forma drástica.
Y de eso hace diez años. Yo no conocía a nadie que viajara en tren. En el mismo tren que cojo todos los días desde hace tres años para ir a clase. De pequeña creía que solo se viajaba en tren para irse muy lejos, o porque se iba de excursión. Ahora soy consciente de lo fundamental que es la línea de Cercanías para muchísima gente, de lo que significa que un tren esté lleno en hora punta, del caos que puede crear.
En estos años he vivido averías, se ha ido la luz, han llegado trenes con retraso... Y cada una de esas pequeñas cosas ha creado una revolución entre los pasajeros. He visto a una madre con el carrito de su hijo tirar del pelo a una señora octogenaria mientras esta la arañaba, dejando al un lado su andador, todo por conseguir un sitio en el vagón a las 10 de la noche. He dejado pasar un millar de trenes porque iban demasiado llenos, he cogido el primero y el último tren del día. Lo he visto venir desde Alcalá y desde Guadalajara, lleno de vida a cualquier hora del día. Todos los días. Y he terminado el trayecto que cientos de personas no pudieron terminar.
Aunque hoy no he visto ni he hecho nada de eso, porque he cogido el autobús. Me ha llevado dos horas de viaje llegar a clase, pero por alguna razón me sentía especialmente sensible, y cuando he llegado a la estación no he querido subirme en uno de esos trenes. Sensible al recuerdo, al miedo, a la empatía. He tomado una de esas decisiones absurdas que tienen perfecto sentido para ti, sin saber muy bien por qué. No quería perturbar mi recuerdo, ser parte de esa historia. O algo así.

¿Por qué me preocupa? ¿Conocía a alguien? No. A nadie. Pero conozco a todos los que están hoy en esos trenes. A todos. Porque somos todos nosotros. Y que por qué me empeño en recordarlo, me han preguntado también. No me empeño, no puedo evitarlo. Y no solo hoy, lo recuerdo a menudo. No es como una experiencia traumática ni nada por el estilo. Es solo que todo aquello pasó a gente como yo, como tú y como cualquiera de nosotros. Mirar a la cara a una realidad tan triste puede no ser fácil, y muchos prefieren verse ajenos o no tienen otra opción. Pero yo, hoy especialmente, creo que no es cuestión de buscar el morbo o la angustia a propósito. Esto no es por mí.
Es solo que hay 3000 personas cuyas vidas dieron un vuelco, y de ellas, 192 que no tuvieron tanta suerte. No podemos cambiar eso, pero creo que cada una de esas personas se merece estar presente en el recuerdo de los que podemos, en mayor o menos medida, recordar. No importa que se nos encoja el corazón durante unas horas, porque es lo mínimo que ellos deben sentir cada día. Si podemos estar más cerca de esas personas, su fuerza será mayor. Sentirse comprendido puede no cambiar nada, pero reconforta.
Y quizá podamos también compartirlo con quienes no lo sientan tan cerca, no para infundir miedo sino una visión más clara de la realidad. Porque el pasado es realidad, y diez años no son nada. No podemos olvidarnos de 3000 personas, y no hay política que valga.
A todos nos ha pasado, y todos deberíamos estar en el mismo bando. Juntos en esto. Hoy, martes 11, y cada día por cualquiera que no tenga la suerte que nosotros disfrutamos, por puro azar.